miércoles, 10 de marzo de 2010

Michelle Bachelet, el 84 por ciento y la Virgen María


Resulta increíble. Tratamos de explicárnoslo, pero sólo balbuceamos algunas tibias teorías.
A pesar del Transantiago, de la crisis internacional provocada por la avaricia de los señores de Wall Street, de algunos signos de corrupción de funcionarios inescrupulosos (corregidas y aumentadas por la oposición) y por el terremoto-maremoto con que se despide a su Gobierno, Michelle Bachelet mantiene incólume su 84 por ciento de aprobación ciudadana.
¡Que tremenda paradoja!, El conglomerado político que ella encabeza, la Concertación, acaba de perder las elecciones presidenciales a manos de la derecha tradicional. ¿Cómo se explica que con un alto porcentaje de aprobación, la corriente que ella represente pierda en las urnas de los votantes?
Algunos analistas explican el fenómeno afirmando que la ciudadanía ya no cree en grupos ni partidos, sino en personas (quizás siempre ha sido así).
Pero el 84 por ciento de Bachelet es un hecho concreto. Hay explicaciones “tradicionales” y perfectamente válidas y legítimas: Liderazgo, capacidad, honestidad, sentido de justicia, espíritu de sacrificio, etc. Nadie discute sus grandes dotes de gobernante.
Pero, sin ser un sociólogo, un analista sesudo y de voz de frecuencia modulada, ni menos un experto en Ciencias Políticas, desde esta modesta tribuna me atrevo a insinuar y agregar a las anteriores otra razón que contribuiría a aumentar la mayoritaria aprobación: Nuestra endémica, genética y tradicional búsqueda de la Mujer-Madre-Protectora.


¿Machistas?

Se dice que los chilenos, y en general los latinos, somos machistas. Permítanme disentir. Somos matriarcales, apegados a las faldas, y de una u otra forma, devotos de lo femenino.
No es mi intención ofender a nadie, pero en el mundo católico -mayoritario en Chile- la devoción hacia la Virgen María parece resultar superior a la que se tiene por su mesiánico hijo. La adoramos y organizamos procesiones desde Arica a la Antártica, llamándola con todos sus diferentes apellidos, según sea el lugar en donde se ha aparecido y/u obrado milagros.
En los hogares de mi país abundan las imágenes en yeso de la bella mujer ataviada con ropajes blanco y celeste. Hasta el Ejército tiene como su patrona a la Virgen del Carmen, aunque, sin ánimo de ser un chismoso, la lectura bíblica nos señala que después del nacimiento de Jesús ella dejó de serlo, para dar paso a otros siete hermanos de El Salvador.. .. medios hermanos diría yo, ya que en esas ocasiones el padre sí que fue José y no el Espíritu Santo (Por eso me llama la atención la insistencia en llamar a José como Santo).
Sin ser “mamones” como dicen los jóvenes hoy en día, somos apegados a las faldas. Cuando hablamos de España la llamamos “La Madre Patria”, nunca el “Padre País”…sonaría raro. Hablamos de “la Madre Tierra”, “la Madre Naturaleza”, entre otros ejemplos.

Ni hablar de cuando queremos ofender al grado máximo a alguien. Entonces nos acordamos de su madre, o de su hermana (no se hace necesario transcribir la típica ofensa en estas líneas). Nunca mencionamos al padre o al hermano...eso no hiere.
En mi familia maternal, el núcleo del gran grupo era mi tía Olga Perkes. Ella decía la última palabra y mantenía el orden entre hijas, hermanas, yernos, sobrinos y nietos. ¡Pobre del que faltase a las reglas por ella impuestas! Actuaba con severidad, pero era capaz de entregar caudales de ternura.
En mi familia paterna, si bien no era quien daba órdenes, el centro de atención era mi abuela Laura. Independiente, orgullosa, pianista, clasista y de un mal genio terrible. Sin embargo sus hijos, nietos y nueras le rendían pleitesía. Ella decidía cuando visitar las casas de sus hijos, cuanto tiempo quedarse, y cuando debía volver a su cuartel general en Quillota.
En mi familia immediata, y para hacer el cuento corto, simplemente mandan ellas. Y parece que nos gusta que manden ellas.
Por eso no me extraña ese 84 por ciento.
Entre paréntesis, sin ser concertacionista, yo apoyo a Bachelet y hasta votaría por ella el 2014.
El Complejo de Edipo es cosa seria.
E. Olivares P.



miércoles, 3 de marzo de 2010

El Terremoto y el Desafío de otro Chile

Por Ariel Dorfman
(Publicado en el diario “El País”, de España)

Fue hace casi 50 años cuando me tocó mi primer terremoto, el que todavía me causa pesadillas.
El seísmo de 1960 fue una lección de solidaridad. Hoy la sociedad chilena es más individualista
La riqueza no se ha acumulado sin consecuencias sociales y morales
Me encontraba, ese 22 de mayo de 1960, presenciando un partido de fútbol en el Estadio Nacional en Santiago de Chile cuando se oyó un ruido ensordecedor y, de pronto, así como así, desaparecieron las montañas. No exagero: el estadio comenzó a mecerse como si fuera una cuna y se levantó un extremo en el aire, borrando de mis ojos la cordillera de los Andes. Por suerte, en unos segundos volvieron a aparecer las montañas y las graderías recobraron alguna mínima estabilidad. En la cancha algunos jugadores socarrones siguieron tratando de darle a la pelota y meter un gol avieso, pero ellos rebotaban más que el balón, así que el árbitro, de bruces en el suelo, dio por finalizado el encuentro deportivo. Era que no: acabábamos de pasar por una actividad sísmica de 9.6 en la escala de Richter, la de mayor magnitud registrada hasta ese instante por los sismógrafos.
No tardamos en saber que el epicentro había sido unos seiscientos y tantos kilómetros al sur de Santiago y que la devastación era masiva. Tal vez peor que la convulsión de la tierra misma, que había arrasado con pueblos enteros, inmolando a miles de inocentes, fue la marejada que barrió nuestra costa. Viajé a esa región unos meses después y vi con mis propios ojos los mástiles de navíos hundidos en el río Valdivia a una larga distancia del mar y los restos de los colosales altos hornos de Corral que, en vez de fundir metales ahora mostraban sus torsos agobiados por las aguas invasoras. Y supe también del sufrimiento y el terror. De boca de los sobrevivientes, escuché de hombres, mujeres, pequeños que, huyendo hacia los cerros, habían sido succionados por el tsunami mar adentro como si fuesen retazos de madera.
Todo esto lo recuerdo ahora, décadas más tarde, mientras miro, esta vez desde lejos, esta vez desde la seguridad de mi hogar en Estados Unidos, otro terremoto voraz que ha querido desbaratar mi país. Recuerdo lo que siempre hemos llamado el gran terremoto de 1960 como una manera de ofrecerme alguna perspectiva histórica sobre este último y nuevo seísmo, a ver si esto me ayuda a descubrir algún posible sentido a lo que nos acaba de ocurrir.
Es obsceno comparar cataclismos como si fueran competidores en un concurso de horrores -éste costó tantos billones, estotro tantas vidas- y, sin embargo, es posible que medir lo que ha cambiado en Chile durante el medio siglo que transcurre entre estos dos desastres mayores pueda contribuir a responder la pregunta más urgente del momento: ¿Y ahora, qué va a pasar? Chile es hoy un país significativamente más próspero de lo que era hace 50 años. Su economía se considera la más dinámica y avanzada de América Latina, si bien sigue afligida por una desigualdad en la distribución del ingreso que es tan abismal como vergonzante. Esta relativa afluencia de Chile (con un PIB per cápita casi 15 veces más que en 1960) nos deja mejor equipados para enfrentar la catástrofe actual, ya que tenemos recursos humanos y científicos que no podríamos ni haber soñado antaño, hasta el punto de que nuestra maravillosa presidenta saliente, Michelle Bachelet, inicialmente informó a la comunidad internacional que el país no iba a requerir asistencia extranjera (una posición que llegó a modificar, de manera que ya está empezando a llegar ayuda desde afuera). Paradójicamente, tales avances de Chile en su tecnología, su abundancia de bienes materiales, sus múltiples pasos a nivel, su enorme flota de aviones y autos, su plenitud de altos edificios, deja al país y a sus ciudadanos extrañamente vulnerables y hasta desamparados. Mientras más carreteras se tiene, más fracturas puede sufrir el pavimento.
Y esta riqueza, por lo demás, no se ha acumulado sin severas consecuencias sociales y hasta morales. En 1960, una nación desmembrada logró aunarse para emprender juntos la tarea de la restauración. Yo me pasé las semanas después del terremoto ayudando a recoger dinero, víveres, frazadas, colchones, que fueron enviados al sur con caravanas de entusiastas estudiantes y voluntarios (entre ellos iba mi futura esposa, Angélica, que se pasó un mes reconstruyendo viviendas en el pueblo de Nacimiento). Fue una lección de solidaridad que nunca he olvidado: aquellos que menos poseían fueron los que más dieron, más se preocuparon, más se sacrificaron por sus compatriotas malheridos. Si Chile hoy es más opulento, también se ha vuelto una sociedad más egocéntrica e individualista donde, en vez de una visión de justicia social para todos, la ciudadanía se dedica, en su mayoría, a consumir en forma desenfrenada, lo que acarrea, por lo demás, un estrés y deterioro psíquico considerable en la población.
Como todo infortunio descomunal, la tragedia reciente de Chile puede entenderse como una prueba, una oportunidad para preguntarnos quiénes somos de verdad, lo que de veras importa en cuanto vayamos llevando a cabo la reparación, no sólo de nuestros hospitales derribados y autorrutas cortadas y huesos molidos, sino también de nuestra precaria identidad.
Creo que las fuentes más profundas de solidaridad que presencié durante el terremoto de 1960 todavía se encuentran fluyendo adentro de la amplia mayoría de los chilenos, y han de constituir el semillero desde el cual van a brotar los esfuerzos más duraderos y relevantes para levantar a nuestro país de su actual desolación, el motivo por el cual habremos tal vez de prevalecer una vez más, como en tantas contingencias pasadas, contra las fuerzas ciegas y roncas de la naturaleza.
Hace 50 años, el pueblo de Chile halló un modo de sobrevivir a la muerte y al quebranto, y tengo la esperanza de que en esta ocasión triste también podremos, con dolor y con duelo y hasta, sí, con alegría, volver a llevar a cabo de nuevo aquella hazaña que nos necesita a todos.

Ariel Dorfman es escritor chileno. Su último libro es la novela Americanos: Los Pasos de Murieta.

Goic critica a constructoras:

"Por ganar unos pesos de más llegamos a esta tragedia"
(del diario "El Mercurio, de Chile)
El presidente de la Conferencia Episcopal lamentó la desaparición de 100 personas que están atrapadas en un edificio que se derrumbó en Concepción y que había sido construido en 2009.

SANTIAGO.- Tras las numerosas edificaciones relativamente nuevas que quedaron en el suelo luego del terremoto que azotó a la zona centro sur del país, el presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Alejandro Goic, llamó a las constructoras a no eludir su responsabilidad social con las personas afectadas.
“El hombre, que hace trampas, elude las leyes y construye un edificio en una zona sísmica que no está hecho para resistir los temblores y los terremotos que están en las entrañas de la tierra de nuestra patria”, dijo Goic, quien recalcó que “el hombre usa mal su libertad y por ganar unos pesos más llegamos a esta triste tragedia”.
El obispo de Rancagua, quien presidió una misa en la Plaza Los Héroes de Rancagua, llamó a la calma y lamentó la desaparición de 100 personas que quedaron atrapadas en un edificio de Concepción.
“En Chile hay leyes que determinan cómo deben construirse los edificios, dado que estamos en un país sísmico. En este momento, hay un edificio en Concepción donde quedaron aplastadas 100 personas, probablemente todos muertos”, añadió.
En dicha edificación, el terremoto partió la base de la construcción, que se entregó en 2009, y que estaba ocupada en un 55%. Según los bomberos, la torre sufrió una segunda fractura en el piso 9, al caer horizontalmente sobre el terreno.


CHILE QUEBRADO: LA RESPONSABILIDAD DE LAS AUTORIDADES

por José G. Martínez Fernández.

El aeropuerto y los caminos -destruidos en parte- son responsabilidad de las autoridades del MOP. Los edificios hechos por empresarios son responsabilidad de ellos y de los Municipios. Un verdadero caos producido por los que hablan de orden. Y en nombre de ese orden aplican un toque de queda estilo Pinochet.

Los terremotos en Chile son predecibles. El más fuerte en el mundo ocurrió en Valdivia en 1960. Como país sísmico tendríamos que tener una óptica previsora y, por ende, cuidadosa frente a la forma y los materiales con que se construye. Y las autoridades velar por los intereses de las personas que van a vivir en esas construcciones.
Pero ello no ocurre. El reciente evento de este tipo dejó en evidencia las falencias de nuestras autoridades.
Estoy un poco lejos de Chile. El terremoto “me pilló” a más de dos mil kilómetros de mi ciudad de residencia: Santiago. Sé –por los vecinos amigos- que mi departamento, como los de ellos, se ha destruido en buena parte. Me llegan las fotos.
Nuestros departamentos, aunque viejos, se dañan, pero menos que otros que, con autorizaciones municipales extrañas, se han destrozado más y son nuevos.
En el sur de Chile…en especial en Concepción la gente se ha quejado de la destrucción de departamentos nuevos…¿Quién autorizó, señores de la Municipalidad de Concepción, esas construcciones? ¿Cuántos muertos hay a causa de vuestra irresponsabilidad?
¿Son tan malos gestores como los de los municipios de ciudades en que otros edificios nuevos se vinieron al suelo sembrando dolor y muerte? ¿Tenéis conciencia de los crímenes cometidos por negligencia o intereses vuestros y de empresarios sin más alma que el dinero?
Porque quien mata con un arma es ciertamente un criminal y vosotros, al no poner en las obras los materiales que la hagan más sólidas, creáis obras que son verdaderas bombas de tiempo: ¿No sois también criminales?
Ahora, ya causada tanta muerte, empiezan a levantar cadáveres. Lentamente. Pero se olvidan de millares de ciudadanos sedientos y hambrientos. Esos ciudadanos, en diferentes ciudades de Chile, han salido a buscar, desesperadamente, cómo obtener algo para beber o comer.
Los que sacan electrodomésticos son simplemente ladrones.
Pero mucha gente “saqueó” por hambre. Entonces vino el Poder, con sus uñas afiladas, y recordó que en Chile existía un caballero, ya convertido en polvo, que imponía orden mediante toque de queda y que así se le hacía temer a “la chusma” y el Nuevo Poder ordenó: Toque de queda.
Toque de queda contra los hambrientos, contra los sedientos, contra los sin hogar.
Supongamos que era una necesidad extrema…pero yo me pregunto:
¿Por qué esas autoridades no impusieron Toque de queda contra los empresarios de la construcción que hacen edificios de tablitas, contra las Concesionarias de grandes obras y contra su halagador papá –el MOP- y contra los Municipios responsables, al final, de tanto desastre?
Si esas obras hubiesen estado bien hechas indudablemente que hubiesen visto muertos, pero no la cantidad a la que ahora se está llegando.
Aquí algunos varios cientos de muertos son responsabilidad de las constructoras y empresarios apoyados por un aparato de autoridades que sólo velan por sus mutuos intereses.
A ellos, reitero, no les imponen Toque de queda..
Me hago cargo aquí de una reflexión muy interesante: “Por ganar unos pesos de más llegamos a esta tragedia”. La dijo Monseñor Alejandro Goic.
Es la pura verdad. No siendo yo creyente aplaudo aquí las palabras de un creyente, porque su dicho se aplica a la realidad.

José G. Martínez Fernandez



Ser Chileno

Por Antonio Loma Osorio (Desde Miami)
Me acuerdo de una clase de Opinión Pública en la Andrés Bello. El profesor, un tipo bastante mediocre y con unos aires de grandeza insoportables, nos lanzaba la pregunta: "¿Qué es ser chileno? porque algunos se sienten chilenos porque les gusta tener un Metro moderno"...
Ser chileno. Curiosa interrogante. Yo vivo fuera del país hace tiempo y quien me conoce sabe que mi postura frente a varios elementos distintivos de la chilenidad no es de las mejores.
Me carga la cazuela, el charquicán y las caldúas. No soporto el Festival. Me enferma que se hagan chistes con maricones a cada rato y que el machismo se salga por los poros con actitudes tan idiotas como ofender a alguien diciéndole "Y a tu hermana le gusta tal cosa..." (a todo esto, en realidad, me sentiría más ofendido si a mi hermana no le gustara tal o cual cosa).
Sigo: encuentro enfermos de malos al Mati Fernández y al Niño Maravilla. Considero que Massú fue solamente un tenista del montón y les aseguro que el famoso salto del caballo "Huaso" con su jinete Larraguibel no le importa a nadie que viva más allá de Arica.
Lamento desilusionar a algunos, pero el concurso en que la bandera de Chile fue elegida la más bella del mundo jamás se realizó, como tampoco el que galardonó a nuestro Himno Nacional como el segundo mejor, tras La Marsellesa. Es más, esa historia de chauvinismo barato se la han enseñado a cada habitante de América Latina.
Pero ¿saben? Cada vez que abro la ventana del avión y me apronto a aterrizar en Santiago, sé que estoy llegando a casa. Vivo en el extranjero hace más de una década, pero no ha habido un solo segundo en que no esté al tanto de que acá vivo en tierras extrañas.
No me gusta Chile, pero apenas alguien me pregunta de donde soy, mi respuesta instantánea es "De Chile". Con 10 años en Estados Unidos, aún no me nace decir "Soy de acá, de Miami".
Nací y me crié allá abajo, en el Sur del Mundo. Donde el desierto abrasa y la belleza deslumbra. Y por más que mi techo esté lejos de ahí y me vista como me vista, sigo siendo Chileno.
Soy Roto, soy Cuico (sorry, pero no hablaré de peloláis ni flaites ni nada de eso). Soy guarén, soy puerto. Soy el Chino Caszely y soy Leonel. Soy Conce, Talcahuano, Dichato, Pelluhue, Iloca, Constitución y tantos otros rincones.
Ahora, cuando el corazón aprieta y quedan pocas lágrimas por derramar, quiero estar con todos. La puñalada fue artera, pero más fuerte creo yo es el deseo de levantarnos. Lo lograremos, estoy seguro, porque Chile, mi país, mi tierra, se la puede.
¿Qué es ser chileno? Creo que el asunto va más allá de una cazuela o una bandera tricolor. Me parece que se trata de ser incondicional. De sentir un lazo imposible de romper. Que aunque pasen los años, cambien los paisajes y los idiomas, hay un solo lugar en el mundo que puedes llamar "Mi Casa".
Puede que haya mil y una cosas que no vayan conmigo, pero de allá soy y nunca dejará de hinchárseme la cara con una bofetada tan dura como la que hemos vivido.
Fui chileno, soy chileno y moriré chileno y por eso mando 15 millones de abrazos a todos quienes viven y sienten como yo. Animo, que de ésta saldremos.
¡VIVA CHILE!

A. Loma Osorio

lunes, 1 de marzo de 2010

Llanto de Chile

Por Antonio Skarmeta
Publicado en el diario El País de España

Escribo en mi estudio de Santiago tras abrirle un hueco a mi ordenador entre los cientos de libros de mi biblioteca derrumbados de los estantes.
Escribiendo me alivio un poco de la porfiada monotonía de las informaciones de la televisión que acumulan tragedias sin tregua.
Cientos de compatriotas muertos o desaparecidos y la cifra sube sin piedad.
El pujante Chile, que destacaba por su modernidad y progreso en América Latina, se le ve gravemente herido. No sé cuántos años tardará la reconstrucción.
Este es un país no sólo de delgada forma extravagante, sino también un territorio extremadamente vulnerable. Los 4.000 kilómetros que separan el punto más alto en el norte del más extremo del sur son igualmente presas propicias para los movimientos telúricos.
Esto fue así, y seguirá siendo así pues la naturaleza tiene caprichos que los hombres no dominamos. Tras cada catástrofe, con más voluntarismo que lógica, pensamos que acaso sea la última.
De hecho, un sismo de esta violencia no ocurría desde hace 50 años. Creímos entonces que la tregua de la Madre Tierra era infinita, pero ahora escribimos desde los escombros que provocó su furia.
La violencia estalló en plena noche, hacia las cuatro de la mañana del sábado. En Chile es verano en febrero y ciento de miles tienen vacaciones en las playas o en los bellos lagos del sur.
Las noches de suave brisa y cielo estrellado, son propicias para grandes festivales de teatro, o de la canción popular, como el de Viña del Mar, nuestra más conocida ciudad-balneario- que justamente tenía esta semana su fiesta máxima: el Festival de la Canción.
Este año la competencia internacional tenía una modalidad distinta debido a que Chile celebra el 2010 el Bicentenario de su Independencia en 1810 del Reino Español.
Se le encargó al jurado determinar cuál es la más bella canción del mundo de los últimos 50 años de muchos países. Algunas son sincopadas, otras románticas, y las hay también conceptuales. Esto permite que Argentina compita con El día que me quieras, de Gardel y Le Pera, Estados Unidos con Rock around the clock, el tema de Bill Haley y sus Cometas que nos electrizó hace cinco décadas al final de la película de Blake Edwards Blackboard Jungle, Inglaterra con I can't get no satisfaction y la dulce Italia con el soberbio proyectil hacia el cielo de Modugno : Volare. España mandó un tema de Mocedades: "Eres tú", que en la versión actual sonaba como una letanía religiosa.
No sé quién ganó porque el multitudinario Festival cerró sus puertas sin una finalísima. La catástrofe terminó anulando todo: conciertos, cines, partidos de fútbol. "Cerrado el país hasta nuevo aviso". Cerrado también el aeropuerto internacional de Santiago. Dicen que por 72 horas. Otros la negocian en 48. Las imágenes que muestra la televisión son calamitosas. Pero el Ministro de Obras Públicas asegura que los daños son más bien "cosméticos".
Cosméticos o no, el hecho es que la tragedia pulveriza al menos tres grandes acontecimientos que tenían a Chile como sede. El principal, que prometía brillo a destajo era el Quinto Congreso de la Lengua Española en Valparaíso. Lo iban a inaugurar los Reyes de España junto a la presidenta Michelle Bachelet.
Excelente ocasión para celebrar la vitalidad de la lengua común entre españoles y americanos y además broche de oro para la rubia presidenta que en dos semanas entrega el Gobierno tras 20 años de su coalición de Centro-Izquierda al derechista Sebastían Piñera, claro ganador del ballotage en Enero. ¡Lástima!
Los pocos congresistas que llegaron a Santiago escaparon despavoridos en pijamas de sus cuartos en el hotel, otros que venían en vuelo aterrizaron en Buenos Aires y acaso los más alcanzaron a enterarse del terremoto en sus respectivos países y no emprendieron el viaje.
Inconmensurable tristeza, porque la Real Academia Española, el Instituto Cervantes, las editoriales y medio mundo le tenían a ese encuentro unas ganas locas y apostaron a él con entusiasmo. Incluso alcancé a recibir la deslumbrante Nueva Gramática de la Lengua Española que en dos volúmenes se las arregla en mi escritorio para no sucumbir a las frecuentes réplicas del terremoto.
Víctima del sismo fue también un precioso primer Congreso de Literatura Infantil y Juvenil que atrajo a cientos de especialistas de España, Brasil e Hispanoamérica al Palacio de Bellas Artes en Santiago. El antiguo edificio hoy padece un escueto cartel escrito a mano: "Cerrado". Sus cornisas se desprendieron y cayeron estruendosas sobre las escalinatas.
Doble lástima, tanto para la saliente presidenta como para el electo nuevo gobernante de la derecha. La primera, porque se merecía un festivo final a su gestión: según las encuestas, abandona el cargo con más del 80% de aprobación popular. Y Sebastián Piñera, que quería partir gobernando con energía arrolladora, va a tener ahora que dedicarse en primer lugar a reparar la cancha donde esperaba deslumbrar con jugadas mundialistas.