miércoles, 23 de marzo de 2011

“Insistir con las centrales nucleares es traicionar a las víctimas de Hiroshima”

-El célebre escritor japonés, Kenzaburo Oé, Premio Nobel de Literatura 1994, reflexiona sobre la doble tragedia de su país.

Por Philippe Pons, (Clarín Mundo)


Kenzaburo Oé está considerado como una de las conciencias cívicas de Japón. Fiel a los valores sobre los que se construyó su país se obstina en el deber de la fidelidad a la memoria de los muertos y a la dignidad del hombre en medio de la doble tragedia.
-Para usted, ¿qué significado tiene el desastre que vive actualmente Japón en la historia moderna?
Desde hace varios días, los periódicos japoneses no hablan más que del desastre que vivimos y el azar quiso que uno de mis artículos fuera escrito la víspera del sismo, el 15 de marzo. En él, hablaba de la vida de un pescador de mi generación, que fue irradiado en los ensayos de la bomba de hidrógeno en el atolón de Bikini. Lo conocí cuando tenía 18 años. Después, él consagró su vida a denunciar la impostura del mito de la fuerza de disuasión nuclear y la arrogancia de quienes son sus turiferarios.
-¿Fue un sombrío presagio lo que me hizo evocar a ese pescador precisamente la víspera de la catástrofe?
En efecto, él luchó contra las centrales nucleares y denunció los peligros que éstas representan. Desde hace tiempo acaricio el proyecto de rastrear la historia contemporánea de Japón tomando como referencia tres grupos: los muertos en los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, los irradiados de Bikini y las víctimas de las explosiones en las instalaciones nucleares. Si nos inclinamos sobre la historia de Japón con la mirada de estos muertos, víctimas de la energía nuclear, queda en evidencia la tragedia que es su vida.
Ahora estamos constatando que el riesgo de las centrales nucleares se ha vuelto una realidad . Sea cual fuere el desenlace del desastre que estamos viviendo –y con todo el respeto que siento por los esfuerzos humanos desplegados para contenerlo–, su significado no se presta a ninguna ambigüedad: la historia de Japón ha entrado en una nueva fase, y una vez más estamos bajo la mirada de las víctimas de la energía nuclear, de esos hombres y mujeres que han dado pruebas de gran valor en su sufrimiento. La enseñanza que podamos extraer del desastre actual dependerá de la firme resolución de no repetir los errores.
Este desastre conjuga de manera dramática dos fenómenos: la vulnerabilidad física de Japón a los sismos y el riesgo que presenta la energía nuclear. El primero es una realidad desde la noche de los tiempos. El segundo, que podría ser aun más catastrófico que el tsunami, es obra del hombre.

-¿Qué ha conservado Japón de Hiroshima?
La gran lección que debemos de extraer del drama de Hiroshima es la dignidad del hombre, de todos aquellos que murieron bajo la explosión, pero también quienes sobrevivieron, afectados en el cuerpo, y que durante años tuvieron que soportar un sufrimiento extremo que yo espero haber transmitido en algunos de mis escritos. Los japoneses, que han tenido la experiencia del fuego atómico, no deben de pensar en la energía nuclear en términos de productividad. Es decir, no deben tratar de extraer de la trágica experiencia de Hiroshima una “receta” de crecimiento. Como en el caso de los sismos, los tsunamis y otras calamidades naturales, hay que grabar la experiencia de Hiroshima en la experiencia de la humanidad : es una catástrofe aun más dramática que los desastres naturales pues se debe a la mano del hombre. Insistir con las centrales nucleares, dando muestras de la misma inconsecuencia con respecto de la vida humana, es la peor de las traiciones a la memoria de las víctimas de Hiroshima y Nagasaki. El pescador de Bikini no ha dejado de exigir la abolición de las centrales nucleares. Una de las grandes figuras del pensamiento japonés contemporáneo, Shuichi Kato (1919-2008), al hablar de las bombas atómicas y las centrales nucleares, de las que el hombre pierde el control, recordaba la expresión célebre de una obra clásica, “El libro de la almohada”, escrita hace mil años por una mujer, Sei Shonagon. Kato habla de algo que parece a la vez muy lejano pero que, de hecho, es muy cercano. Un desastre nuclear parecía una hipótesis muy alejada, improbable, pero hela aquí con nosotros.

-Si tuviera que responder a la pregunta planteada en el título de uno de sus libros, “Díganos cómo sobrevivir a nuestra locura”, ¿qué diría usted ahora?
Escribí ese libro cuando alcancé la edad que llaman madura. Ahora estoy en lo que llaman la tercera edad y escribí una “última novela”. Si logro sobrevivir a la locura actual, el libro empezaría con una cita del final del “Infierno” de Dante, que dice más o menos: “Y después saldremos para volver a ver las estrellas”.


¿TODOS JUNTOS?

(A propósito de la actuación del grupo musical "Los Jaivas" en la Cena de Gala ofrecida por el Presidente de Chile, Sebastián Piñera, al Primer Mandatario de EE.UU. Barack Obama y comitiva)
Por Cristián Rodrigo Hidalgo Morales (Radio San Joaquín de Chile).

Particular revuelo y desconcierto causó en la opinión pública (especialmente en el amplio y difuso espectro que se define "progresista" o "de izquierda"), la actuación del grupo folk - rock Los Jaivas, en la cena homenaje que Sebastián Piñera rindió al Pr...esidente estadounidense, Barak "obush" Obama. Muchas personas calificaron la actitud del grupo como "inconsecuente" e, incluso, algunos llegaron a llamarlos "vendidos" por esta desventurada presentación. En lo personal, creo que este ejercicio descalificatorio, además de bizantino, es ocioso. Basta analizar el derrotero de la banda en cuestión, para constatar que no procede criticar a Los Jaivas de "inconsecuentes" o de haberse "vendido"; puesto que jamás fueron consecuentes o - visto desde otra óptica - siempre fueron algo vendidos. No olvidemos que ellos mismos siempre se definieron como "apolíticos" en una época de agudas contradicciones, en que era casi imposible no tomar partido. Mientras los demás grupos de música popular (excepto los confesos pinochetistas) y de canto nuevo sufrían la persecución, la censura y el exilio, Los Jaivas sonaban sin problemas en la mayoría de las radios chilenas; actuaban libremente en cualquier escenario (incluso se presentaron en el Festival de Viña del Mar - símbolo de la cultura chatarra del régimen militar - en 1983) y entraban y salían del país sin problemas; su "auto - exilio" no pasó de ser un burdo ejercicio mediático, con no disimulada intención de captar al fiel público "lana" que pululaba entonces en los pocos espacios de expresión existentes, como el mítico "Café del Cerro". Ello, a pesar de que - desde sus orígenes - Los Jaivas siempre estuvieron más cerca - estéticamente hablando - del rock que de la música folklórica; y se identificaban más claramente con el movimiento "hippie" de los '60 (en su versión sicodélico/pacifista) que con cualquier corriente contestataria. Su mayor aproximación a la "cultura de izquierda" fue, sin duda, el haber tomado algunos poemas del Canto General de Neruda, para musicalizarlos en el LP "Alturas de Macchu Picchu" (iniciativa promovida, recordemos, por el entonces gobiernista Canal 13 y un canal oficialista peruano, simpatizante de Belaúnde). Y sería todo... Entonces, ¿podría criticarse la supuesta "inconsecuencia" de Los Jaivas? Pienso que no. Por el contrario, en lo personal agradezco su explícita - no obstante tardía y forzada - muestra de "honestidad". Siguiendo con esta línea de razonamiento, si efectivamente no se puede "juzgar" desde una determinada trinchera ideológica a un grupo que jamás ha sido parte de la misma (sólo se es "traidor" de las causas que se defienden como propias, no de las que nos son ajenas), ¿puede - en todo caso - cuestionarse la presentación en comento? Para algunas personas, no, dado que creen en el "arte por el arte", y ven al creador y su obra disociados de todo contexto social. En que el arte es el arte; pero el mismo no se puede disociar del proceso general de la lucha de clases, donde o estás de un lado, o estás del otro. La neutralidad siempre terminará favoreciendo a quien detenta el poder, a escala local o global. Por ende, una cosa es ser "más o menos de izquierda", "más o menos reformista o revolucionario", "más o menos combativo" (vieja discusión de una generación derrotada); y otra muy distinta es agasajar o ser parte de las lisonjas al representante de un régimen político odiado por buena parte de los pueblos del mundo por su política intervencionista, expansionista, guerrerista y - por qué no decirlo - genocida. No es lo mismo (aunque para muchos ésto ya resulte muy cuestionable) cantar en un acto de Piñera, Lagos o Frei, de Chávez, Lula o la Señora K (independientemente de las empatías o antipatías que unos o otros nos generen) que en una actividad destinada a honrar a un Pinochet, un Franco, un Hitler o - para ser más contemporáneos - un Saddam Hussein, un Pol Pot o un Milosevic. Me parece que el acto de ayer se acercó más a lo último. De esta suerte, cualquier músico o creador que sea parte - por acción u omisión - de las loas a cualquier tirano, se hace parte de los símbolos de la tiranía; máxime si se llega al extremo esquizofrénico de incluir en el repertorio la canción "Todos Juntos", que hace clara alusión a la unidad de los pueblos latinoamericanos (algo difícil de conciliar con la presencia del líder de un Estado que considera a Latinoamérica como su "esfera de influencia", léase feudo o "patio trasero" y que en el pasado reciente no vaciló en alentar aquí golpes de Estado y sostener tiranías fascistas, en tanto le resultaba geopolíticamente "conveniente y necesario") y, para culminar con esta comedia de contradicciones burdas, en las pantallas que proyectaban imágenes durante la interpretación del aludido tema aparecía, a cada rato, la bandera de... ¡Cuba!, enemigo declarado del Imperio. Simplemente surrealista... Mientras tanto, un grupo de bandas alternativas y de rock se dieron cita a poca distancia, expresando con su arte el repudio a la presencia de este ignominioso representante del imperialismo moderno. ¡Notable contraste!!! Mención aparte merece el show mismo. Difícilmente Obama y su séquito siquiera entendieron de qué se trataba ésto. De seguro lo asociaban a las "cenas con espectáculos de variedades" propias de NY o Las Vegas. Mientras los comensales bebían, comían y contaban chistes, resonaba el sonido de una banda que claramente está en decadencia (musical, discursiva y creativamente hablando) y que hoy no es más que el pálido - casi cadavérico - reflejo de aquella potente y vanguardista agrupación de fines de los '60, y que - precisamente - con Alturas de Macchu Picchu llegó al pináculo de su carrera. Si la trágica partida de Gabriel Parra supuso una pérdida irreparable para sus fans más ortodoxos (comparable con la muerte de Bon Scott en AC/DC, de Luca Prodan en Sumo o de Cliff Burton en Metallica); lo cierto es que tras el deceso de "Gato" Alquinta la banda entró en un proceso de franco declive, lo que se graficó notoriamente en la cuestionada presentación de ayer, con notorias y groseras desafinaciones de las advenedizas voces, la introducción tan inédita como forzada de violines (quizá tratando de darle un toque "sinfónico" a canciones que nunca pretendieron serlo), con más de una amplificación de muy mala calidad y un público displicente, que los ignoró casi por completo. En síntesis, un espectáculo patético. Es indudable que lo que queda hoy de "Los Jaivas" no es más que una etiqueta, una marca registrada que aún genera réditos; de allí la insistencia obsesiva de sus miembros por prolongar la existencia de este verdadero "muerto cerebral". Y en ese contexto, mientras les paguen bien, son capaces de tocar en cualquier parte y para cualquier "cliente" (en materias " sexuales", la misma actitud recibe otro nombre, por cierto no muy "artístico"). Para quienes en su momento admiramos la potencia, virtuosismo, creatividad, vanguardismo y flexibilidad de los originales "Jaivas", queda el consuelo de haber escuchado - probablemente - a una de las mejores bandas rock que ha conocido nuestra historia musical. Al mayordomo del Imperio, a su séquito, al insufrible Negro Piñera y a su hermano "presidente", a los politiqueros faranduleros y a los oportunistas de ayer y de hoy, a Todos Juntos, les regalamos las sobras... Ver más
Cristián Rodrigo Hidalgo Morales
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lunes, 7 de marzo de 2011

JAMES ELLROY: EL SISTEMA NORTEAMERICANO ES UNA CLOACA

por José G. Martínez Fernández.


Genio y rebelde es el gringo James Ellroy, a quien el sistema norteamericano teme. Los lados oscuros de los grandes personajes de ese país ya fallecidos (Hughes, J. F. Kennedy y otros), además de varios vivos, okey de acciones muy sucias, aparecen en sus novelas. La relación política-justicia-mafia es desnudada por uno de los más grandes novelistas de este momento.

A James Ellroy le asesinaron a su madre cuando tenía diez años. Aún los asesinos no son descubiertos por la policía y él ha entrado (vía propia) a investigar ese caso, contratando incluso a detectives privados. Puede darse ese lujo porque sus novelas le reportan millones de dólares.
Esas novelas desatan el odio de una parte de los gringos, sus propios compatriotas, que ven con angustia como este niño terrible de las letras destruye los mitos, los hechos dados por ciertos, los textos "sacramentados" por el oficialismo de Estados Unidos.
Y entendamos por oficialismo lo establecido por el Estado al que Ellroy considera un antro de miserables y delincuentes atados a otros hampones: la típica mafia que llegó a USA a través de la Italia siciliana y napolitana, principalmente.
¿Cómo no recordar, por ejemplo, que en Nueva York, hace ya algunas décadas, un tal Costello era quien determinaba las direcciones cupulares de los partidos Demócrata y Republicano?
Costello, el gran mafioso, el digno sucesor de Al Capone y Lucky Luciano, sí, él mismo, tenía que determinar las direcciones de los principales partidos políticos en esa gigantesca urbe que es Nueva York.

Política, justicia, mafia, son los tres hilos reunidos para accionar y dejar a oscuras las verdades y no realizar justicia.
Ellroy señala que ama a la mayoría de los norteamericanos, porque ellos son gente honesta; pero desprecia, y con fuerza, a los "conductores de su nación" por cobardes, hipócritas y mafiosos.
Considera a su patria, por lo señalado, una verdadera CLOACA. Claro que critica al PODER de Estados Unidos, reiteramos; pero no a sus millones de habitantes a quienes considera gente digna.
Si la "mater pater" del mundo tiene en sus mayores grupos políticos incrustado al hampa y si compra a la justicia...¿Qué pasará con nosotros, los pobres sudacas aún en tiempos de semibarbarie?
Ahora, a sólo un mes de la presidencial peruana, ¡cómo se acusan unos a otros los candidatos o sus partidarios de traficantes de drogas, de matones, de "recortadores" de las platas públicas!
Lo mismo se vive en los otros pequeños estados de esta Sudamérica surgida del sudor y sangre de hombres grandes que también poseyeron sus "pifias" humanas. Hace doscientos años.
Hoy James Ellroy está golpeando al aparato gringo considerando muchas de sus épocas, aunque su puente-base son las últimas décadas. John Kennedy, Howard Hughes, Edgar Hoover, Vietnam, FBI, Panteras Negras, etc. se transforman en sus afanes, en sus inteligentes delirios, en sus luces motivacionales.
A ese mundo mezcla sin piedad. ¿Qué Kennedy fue San John? ¿Quiénes realmente lo asesinaron? ¿Qué acaso él no era más corrupto que el mismo Bill Clinton? ¿Qué los políticos demo y repu no bebían whisky en las rocas, como lo hacía el mismo Ellroy? Pero la diferencia era que los repu y los demo lo hacían tramando, a veces, hasta grandes delitos; mientras el novelista lo hacía por vicio propio y no para delinquir?
Sus grandes libros: AMÉRICA, LA DALIA NEGRA, SEIS DE LOS GRANDES, MIS RINCONES OSCUROS...
Su lenguaje es directo, de frase breve, dura y demoledora.
No se queda en mediaguas este gringo nacido en 1948.
Cuando se le preguntó sobre el affaire Clinton, él respondió como lo hace en sus novelas: "Clinton debería haber sido destituido y encarcelado", después de que lo calificara de "pusilánime, superficial, mediocre..." y señalara: "Sería un muy buen político corrupto en una novela que escribiré dentro de varios años".
Ese es James Elltoy. Un héroe actual de la gran novela. Un novelista directo, con todas sus luces encendidas para denunciar la corrupción política, la que obtiene de un conjunto de investigaciones históricas, en las que Ellroy, obviamente, pone su cuota de ficción.
José G. Martínez Fernández