jueves, 20 de octubre de 2016

La Estupidez, la Ignorancia y la Maldad

Por José G. Martínez Fernández.



¿Ha leído usted los libros, crónicas o entrevistas de Pedro Lemebel, Luis Sepúlveda, Antonio Gil, Rafael Gumucio, Gonzalo Garcés, Fernando Vallejo e Isabella Santo Domingo, entre otros muchos autores de actualidad?
¿Le han parecido a usted que son "insolentes" algunas palabras que están en sus textos? ¿Pensó que ellos desconocían lo que dicta el rico idioma castellano?
Alguien ha dicho por allí eso. Que estos autores no se acercarían a los diccionarios.
Tienen razón. Ninguno de ellos se aproxima al diccionario, salvo escasísimas ocasiones, porque saben el significado de cada término, porque son personas muy cultas.
Lo que sucede no es que ellos no sepan usar ciertas palabras, sino que el objeto de su lenguaje es atacar lo que podríamos llamar "un ente odioso, ofensivo o dañino". Obviamente esta libertad sólo es aplicable cuando se dan factores como los señalados o símiles.
Veamos algunas de las frases que usan tres de los autores citados y, ojalá no se le frunza el ceño a un caballero cano o a una dama cubierta de hipocresía.
1.- "El vibrador es el mejor regalo después de los 30". Isabella Santo Domingo. Isabella es escritora colombiana de enorme éxito en América Latina. Es autora de "Los caballeros las prefieren brutas".
2.- "Las damas (se decía) no usaban nada debajo. Y es verdad, no usaban nada. Se caían del caballo y quedaban culo al aire". Gonzalo Garcés, argentino, Premio Planeta de Novela.
3.- "Viejas de collar con cara de zorra fina, caballeros elegantes y estudiantes de university privé con sus pelos dorados y ese olor, lo peor de la burguesía es olor a ranciedad pitucona..."; "Casi me caí de la silla ante la insolencia de la vieja..."; "Salí de ahí medio mareado con ese olor a poto con perfume francés...". Pedro Lemebel. Lemebel es autor de varias novelas y libros de crónicas de gran éxito en Chile y en el mundo de lengua hispana. Varios de ellos están traducidos a otros idiomas.
Y fuera del mundo literario, tanto en el político como en otros espacios, incluso el eclesial existe ese lenguaje que hace tiritar a los que piden ir al diccionario.
Adolfo Zaldívar, frente a las críticas de personeros concertacionistas, llamó a tres de ellos: "lobos disfrazados de borregos democráticos".
Pero si AÚN se dice que los términos de los tres escritores y del político son incorrectos, vayamos a escuchar a un cura; cura que "no pasa" a ninguno de los escritores citados. Es el señor Jorge Medina: A las mujeres que se casaban de blanco, aunque habían tenido ya sexo, les pidió que podrían casarse vestidas de "perro dálmata".
¡Qué lenguaje, qué ordinariez, qué ausencia de buen castellano!, dirán los escandalizados; que, por suerte, son pocos; ya que también hay mucha gente que no se molesta por esto.
Pero como los primeros son tan escasos de cabeza, dirán: son sólo tres escritores de valor intermedio y un político y un curita ¡ay tan bueno, pero que se equivocó...sólo ahora!.
¿Saben que dijo Pablo Neruda cuando los escritores cubanos lo criticaron por ir a los Estados Unidos, luego de aceptar una invitación del PEN Club de Nueva York, en 1966?. Lo que señaló Neruda, molesto, meses después, en carta a Jorge Edwards, fue lo siguiente: "esos escritores se portaron como cabrones".
El enorme poeta que es Pablo Neruda llama CABRONES a quienes lo criticaron por esa visita a Estados Unidos. ¿No tenía derecho nuestro poeta a decir esa palabra? ¿Y las que lanzó contra su archirival, Pablo de Rokha, después que éste lo bombardeara de términos análogos?. Igual cosa hizo Vicente Huidobro en su guerra verbal contra ambos. LOS TRES GRANDES POETAS CHILENOS diciendo "palabrotas" o palabras no correspondientes a lo que significarían los términos, dirían los amantes del lenguaje "cursi" o "correcto".
Los conservadores cavernícolas no entienden el derecho a expresar ciertos términos que le parecen fuera de contexto, por el sólo hecho de ser "duros" (para decirlo en forma sencilla).
Neruda usó muchos términos "duros" (digámoslo así) contra sus detractores y sus inquisidores. Estaba en su derecho.
Hace muy pocos años el novelista y cronista Kurt Vonnegut anunció en una de sus crónicas que iba a demandar a la fábrica de cigarrillos Pall Mall, cigarrillos que ha fumado casi toda su vida.
Su demanda se iba a basar en la publicidad engañosa de la industria. Dijo: "Hace muchos años que, en el mismo paquete, la firma Brown and Williamson, promete que me va a matar. Pero llegué a los 82 años. Muchas gracias, ratas de alcantarilla. Lo último que quería era seguir con vida cuando las tres personas más poderosas del planeta se llaman Bush, Dick y Condi". Obviamente al primero que se refiere es al presidente de los Estados Unidos, a quien desprecia. RATAS DE ALCANTARILLA es aplicado a los ejecutivos de la fábrica Pall Mall.
La literatura chilena y universal está llena de vocablos de esa índole y ellos no hacen otra cosa que evocar realidades y plantear diferencias.
En el clasicismo griego y latino nos encontramos con varias palabras similares surgidas de ilustrísimos literatos. En los siglos de oro español podemos ver términos de esa índole en Francisco de Quevedo. Y en la Inglaterra del siglo catorce comprobamos lo mismo en el poeta Godofredo Chaucer, autor de los famosos "Cuentos de Cantorbery".
¿Falta de respeto?
Sí, obviamente, para los que comulgan con ruedas de carreta, es así. Pero ellos deberían saber que el lenguaje es un material que se maneja de acuerdo a situaciones y hechos planteados, que todo es dialéctico y por ende no se puede poner una metralla al pecho a quien dice "términos duros" cuando corresponde. De otra manera estaríamos actuando como nazis.
Las palabras que encabezan esta crónica no son mías: se pronunciaron en el funeral de Emilio Zola.
¿Quién era Emilio Zola? 
Comparado con León Tolstoi y discípulo de Balzac, Emilio Zola es el autor de "La confesión de Claudio", de "Los misterios de Marsella", de "Nana", de "Germinal" y de otros importantes libros. Es considerado el padre del naturalismo en literatura. Nació en 1840, murió en 1902.
En su célebre "Yo acuso" puso al desnudo el aparataje político-judicial que degradó y envió a la cárcel al capitán Dreyfus, acusándosele de espía por el sólo hecho de ser judío. Suceso ocurrido a fines del siglo XIX. Gracias a la denuncia de Zola el militar fue liberado y, lo que es mejor, reivindicado.
Por su "Yo acuso" Zola debió sufrir un injusto proceso. Cuando iba a los tribunales la gente enardecida lo insultaba tratándolo de apátrida y otros términos vejatorios, pero Zola no cedió. Esos cobardes callaron, no se rectrataron cuando el escritor fue liberado de sus cargos. De allí que los escasos defensores de Zola, principalmente los intelectuales, hayan señalado que él "se distinguió por su honradez y afán de justicia". Muy pocos años después de este proceso Zola falleció.
Las palabras pronunciadas en el funeral de Emilio Zola son, entre otras, las siguientes:
"No lo compadezcamos por lo que soportó y sufrió. Envidiémosle. Levantada sobre el más prodigioso montón de ultrajes que hayan producido jamás la estupidez, la ignorancia y la maldad, su gloria alcanza a una altura inaccesible".
LA ESTUPIDEZ, LA IGNORANCIA Y LA MALDAD, palabras del homenajeador destinadas a los que, durante el proceso, insultaron a Emilio Zola por defender a un hombre -Dreyfus- cuya inocencia, al final, se probó.
Son esas palabras las que hemos usado como título del texto para demostrar el hecho obvio de juzgar como corresponde a los ultrajadores.
Las palabras son de Anatole France, uno de los más grandes escritores galos de todos los tiempos. Anatole France ganó el Premio Nobel de Literatura en 1921.
Sólo la ignorancia o la hipocresía no pueden entender que el lenguaje "descarnado" (para llamarlo en forma silvestre), es usable cuando tiene la misión de desenmascarar a los que, envueltos en la muchedumbre y, por ende, en el anonimato, destilan su cobardía con insultos gratuitos.

FUENTES:


"Yo acuso". Denuncia. Emilio Zola. Elmer Editor, Buenos Aires, Argentina, 1977.
"Vonnegut en pie de guerra". Crónica sin firma. EL MERCURIO, 18 de noviembre de 2005.
"El vibrador es el mejor regalo después de los 30". Entrevista de Carmen Sepúlveda a Isabella Santo Domingo. LA NACIÓN, 28 de octubre de 2007.
"Piedad con la burguesía, María". Crónica. Pedro Lemebel. LA NACIÓN, 28 de octubre de 2007.
"Palabras a favor del miriñaque". Crónica. Gonzalo Garcés. LA NACIÓN.
"La reveladora correspondencia entre Pablo Neruda y Jorge Edwards". Crónica de Pedro Pablo Guerrero. EL MERCURIO, 18 de noviembre de 2007.
"Las definiciones de Adolfo Zaldívar". Entrevista. EL MERCURIO, 25 de noviembre de 2007.
"El blanco de la discordia". Crónica de C. Recasens y M.E. Roblero. EL MERCURIO, 25 de noviembre de 2007.
José G. Martínez Fernández
(Este artículo fue publicado, por primera vez, en medios de la Red de Diarios Ciudadanos y en otros medios virtuales, en diciembre de 2007).

martes, 18 de octubre de 2016

La caja de pino


Por Fredys Pradenas
De mi infancia, lo máximo que puedo retroceder en el tiempo y recordar consciente de que así fue -sin que me lo hayan contado- son retazos de imágenes de la habitación donde jugaba. 
En el cuarto que hacía de comedor de la casita diminuta y oscura que habitábamos había un rincón donde mi madre me dejaba jugar, porque me podía controlar desde la mátodavía diminuta cocina. 

Probablemente ahí aprendí a caminar. 

El recuerdo nítido que guardo es que había una enorme caja de madera. Tan grande, que gateando me costaba mucho encaramarme a ella. Caja que mucho más adelante supe que era donde mi padre guardaba sus herramientas. 

Ese rincón con esa caja de pino era todo mi mundo.

Probablemente tendría unos cinco o seis años cuando supe que el mundo era un poco más grande y que habían más cosas. Fue cuando permitieron que junto a mi hermano menor Nelson descubriéramos por nuestra cuenta la naturaleza en el huerto jardín de mi abuela Rosita. 

Ahí por primera vez vi una flor, un pájaro, una araña, una lagartija.

Pero el gran descubrimiento vendría el día en que mi prima adolescente Yoly nos llevó de mañana a varios niños del barrio, enfermos de tos convulsiva, a la playa mas cercana. Se trataba de hacernos beber un poco de agua de mar con un zumo de limón, remedio que nos quitaría la odiosa tos. Recuerdo que en esa primera aventura cruzamos un pequeño bosque donde en medio había una casa abandonada y que mi prima dijo que la habitaba una vieja muy mala.
Mi impresión al ver el mar por primera vez tiene que haber sido igual a la de un pollo saliendo del cascarón.
A los siete años fui al colegio y comprobé amargamente que habían más niños que me parecieron muy desagradables Y no estaba mi madre para protegerme. Fue mi inicio a un mundo hostil. Estuve a punto de llorar, bueno quizás estaba llorando cuando vi en la fila a Raúl, el hijo de la dueña de nuestra casita. Y ya no me sentí tan abandonado.
Dos episodios marcaron esos días. Uno: Por primera vez me subieron a un autobús para ir al centro del puerto. Fue muy emocionante.
Y dos: Desde el colegio nos llevaron al cine. No me podía ni imaginar con lo que me iba a encontrar. Recuerdo perfectamente que el cine se llamaba Esmeralda y la película en colores era “La lampara de Aladino”. Fue un acontecimiento maravilloso que explosionó mi imaginación. Imposible de olvidar.
Mi mundo se ensanchó y lo mismo mi mentalidad cuando a los nueve años, producto de una dolencia al estómago, mi madre decidió que me vieran los médicos del Hospital Naval de Valparaiso. El viaje en tren y luego ver el puerto de Valparaiso, tan diferente al de Talcahuano, me hicieron intuir que todavía había mucho mas que ver.
En Valparaiso, en la casa de mis tíos, llamé por primera vez desde un teléfono y me bañe en una bañera de porcelana con patas de león.
Con ese viaje comenzó mi inconformismo. Vi las diferencias.
Un objeto mecánico en mi adolescencia me dio mi primera sensación de libertad: Mi bicicleta.
Y el primer amor, un universo paralelo.
El cambio de Talcahuano a Limache de toda la familia fue muy traumático para mí, pero sólo cambió mi percepción de mi mundo interior.
Lo mismo cuando fui a la capital con intención de ampliar mis estudios. Sólo acumulé experiencias.
La vida laboral después y la formación de mi propia familia fortalecieron lo que creía mi papel en este mundo. Creía alegremente sin cuestionarme mucho que era lo que había que hacer.
Un gran acontecimiento político en el país en el que me involucré me hizo pensar que era protagonista de un cambio histórico. Llegué a creer que construíamos un mundo más justo. Fueron días felices e ilusionantes sólo por estar ahí. Luego, todo se vino abajo, todo había sido un sueño y vino la oscuridad, la incertidumbre y el obligado distanciamiento. Me vine a España donde siguió creciendo mi espacio.
En la vieja Europa cumplí mi sueño de niño, ver castillos medievales y hermosas ciudades antiguas. Nuevos sentimientos. Parecía que traspasaba horizontes y creí llegar a la plenitud del discernimiento.
Pero pasado los años compruebo, como lo dice magistralmente el escritor Manuel Vicent a quien admiro mucho: “La curva de bajada se hace evidente cuando crees que lo has visto todo y dejas de sorprenderte. Primero renuncias a viajar en avión , luego te dará pereza salir de noche, las fiestas te parecerán aburridas, empezaras a soñar con la casa de campo...” 
“El espacio se comienza a contraer. De pronto descubrirás que apenas necesitas para vivir las cuatro paredes de la habitación donde aprendiste a gatear. Finalmente el tiempo, como una boa, dará el último espasmo y el espacio retrocederá hasta convertir aquella lejana cuna de madera en una caja de pino de dos metros por uno. ¿Para qué más?”
¿Habrá llegado mi tiempo donde el espacio se comienza a contraer?

Fredys- Zaragoza Octubre 2016