miércoles, 19 de noviembre de 2008

Tienen solución para todo...

Chilenos: Nacidos para opinar

Comenzaron a hablar de Opinología medio en broma, pero con el tiempo la han transformado en una “ciencia” . Decir algo sobre cualquier cosa parece ser un deporte nacional en Chile, aunque modestamente, creo que abarca al ser humano en general.

Nacimos opinando: “Acá afuera está muy frío”, “esta leche está agria”, etc. Parece que lo llevamos en los genes. Y esa actividad se ha trasladado a la televisión y a casi todos los medios de comunicación. El problema es que los principales opinólogos –y que ocupan destacados roles en los medios- son personas de dudosa o nula capacidad intelectual y los escenarios que ocupan contribuyen con poco o nada al enriquecimiento de la cultura popular.
Junto con la llamada Opinología, en forma paralela ha ido creciendo la actividad llamada farándula, que por lo demás, siempre ha existido. Ambas marchan de la mano y se retroalimentan con la complicidad (o mejor dicho la autoría material) de los medios de comunicación, entre los que se cuenta a los del Estado. El problema es que en estos tiempos dicha farándula se encuentra al servicio lo que creo es un “Plan Maestro”
Los líderes de opinión son bellas modelos cargadas a la silicona (que no están nada de mal), oscuros personajes que se manejan con bastante habilidad en el mundillo del chisme, e incluso, profesionales que han sucumbido a la tentación del dinero fácil y han caído en las fauces del sistema. Las hermanas Campos, las Ochoa, las Pamela Díaz, las Barrientos, los Morandé, los Bonvallet, un tal llamado “Peluche” y hasta el hijo de un respetable y talentoso cineasta chileno laureado en el extranjero, etc. son los protagonistas y quienes moldean nuestros pensamientos acerca de tan elevados temas. Podríamos pensar, en forma errónea por cierto, que son ellos quienes personifican el mal del oscurantismo que se cierne sobre nuestro país, pero hay que admitir que son sólo piezas-víctimas de un siniestro y exitoso proyecto cuyo objetivo es “imbecilizar” a las masas y desparramar la estupidez de norte a sur y de este a oeste.
La farándula, por lo tanto, es la sopa de la que se alimentan los “opinólogos”, aunque el deporte, en especial el fútbol, no se le queda atrás. “Sesudos” comentaristas del balompié han adquirido etiqueta de “especialistas”, pero sus opiniones generalmente responden al vaivén determinado por los triunfos y las derrotas y le siguen el juego a la hinchada, que es irracional.
Darle en el gusto al mercado es la consigna. Algunos periódicos practican las encuestas para saber qué artículos son los más leídos y su quehacer “orientador” se direcciona de acuerdo con los gustos de la masa y no con la necesidad de informar y contribuir a formar opinión.
Mientras, opinamos de todo. Va en nuestros genes y de eso se aprovecha el sistema. Generalmente, nuestros comentarios apuntan a lo negativo. Rara vez la crítica es constructiva. Y cuando lo es tras cartón viene el infaltable, inevitable y lapidario pero...
¡Y qué decir de los “analistas políticos”! Estos con el ceño semi fruncido e intentando en vano adquirir un cierto aire doctoral y paternal, sintetizan con extraña “sabiduría” y generalmente ¡en una sola frase!, su lapidario diagnóstico. En otra, ensayan con una seguridad aplastante la prescripción que, según ellos, acabará con todos los males y las injusticias del país y ¿por qué no decir? del mundo. Es común que empiecen sus comentarios con la frase: “Mire compadre, lo que pasa es que…..bla bla…”.
Tienen “soluciones” para el problema del transporte público (que era un caos aún antes del Transantiago); para los problemas de Salud (en manos privadas); para el déficit de vivienda; para una mejor Reforma Educacional; tienen recetas para eliminar de raíz los casos de corrupción; para erradicar la delincuencia y repiten frases majaderas como :”Lo que pasa es que el chileno es flojo…”, “deberían eliminarlos a todos o ponerlos en una isla desierta para que se maten entre ellos”, “es que los políticos no deberían existir”( en muchos casos tienen razón), “los empresarios están dando trabajo, pero los obreros no producen” (y no saben que los empresarios están comprando trabajo…y bien barato), “el Gobierno debería crear más empleos” (y no saben que el principal gestor del empleo en este sistema económico liberal es el sector privado); es que los abogados son ladrones ( en algunos casos también tienen razón, aunque ladrones hay en todas partes y actividades).
Otros tienen el complejo de médicos y diagnostican y prescriben a diestra y siniestra. “Tome esta pastilla”, “No, mejor tómese esta otra”. Afortunadamente la venta de medicamentos se ha reglamentado más y resulta difícil adquirir remedios sin la receta de un profesional.
Los enfermeros se creen doctores; los periodistas, escritores; los tinterillos, abogados; los maestros, técnicos; los técnicos, ingenieros, etc.
El gusto por opinar siempre ha existido ¿Se acuerdan de esas conversaciones entre viejitas enfermas? En esas, las opiniones se transformaban en verdaderas competencias sin cuartel para determinar cuál estaba más grave y parecían sentirse orgullosas de estar más enferma que la contrincante: “Yo si que estoy enferma y los doctores no pueden encontrar nada”, “No, eso no es nada, yo sí que estoy grave y no hay remedio que me sirva”, le espetaba la otra. De repente salía una más positiva que prescribía alguna yerbita milagrosa: “La tomé y ¡santo remedio!”.
Lo que me parece es que definitivamente la opinología y la farándula imperan, porque este sistema necesita personas que no piensen, que no cuestionen nada, que trabajen (si es que encuentran un empleo), que se endeuden y que marchen con el rebaño. Al menos esa es….mi opinión.
EOP

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