lunes, 5 de enero de 2009

Con Limache en el alma

Quillota y Limache, dos viejos pueblos de la ahora llamada Quinta Región en la zona central de Chile, tienen un especial significado para mí, que proviene de mi niñez y de los albores de mi adolescencia.
Aún puedo rememorar sus olores, sus sonidos, sus vibraciones…su alma. A Quillota viajaba desde Viña del Mar una vez al mes en el automotor (demoraba una hora) para llevarle a mi abuela Laura la remesa enviada por mi padre.
Ella vivía sola. Le gustaba así. Tanto a ellas como a sus familiares, les bastaban unos pocos días de vida en común. Después, dado su carácter altivo y su tozudez, era mejor que cada uno partiera a su refugio, lo que no significaba que no existiera un fuerte lazo afectivo con ella. Su reducto estaba en la calle Herboso número 12, una quinta con una vieja casona construida con adobe cuyas murallas demandaban siempre una nueva mano de pintura encalada.
No sé si todavía están las viejas victorias, aquellos carruajes negros que también reinan en Viña. No sé si todavía ese pueblo sigue perfumado por chirimoyas y paltas, no sé si todavía el alma de Quillota sigue intacta. Pero yo lo recuerdo como lo conocí y no acepto “nuevas versiones”. Limache era otra cosa. Era el paseo cada domingo por medio, ya sea para aventurarse en algunas de las pozas del estero camino de Olmué creyéndonos Johnny Weismuller, para ir a tomar chicha en calabazas en los alrededores, o a montar un caballo bayo en el fundo de un amigo de la familia. Limache era otra cosa. La última Navidad me llegó una tarjeta postal de mi amigo Freddys Pradena, colaborador de este blog, chileno y limachino y a quien el exilio en 1973 se lo llevó a España. La tarjeta era especial. Se trataba de una acuarela pintada por su propia mano, con un motivo relativo a su amado pueblo. Me contó después que cada año las enviaba a sus familiares y amigos para mantener el recuerdo fresco de sus años mozos y como un homenaje a Limache. Luego me envió un pequeño relato, el cual, precede a una muestra de sus acuarelas que expongo en la siguiente "entrada". De esta manera me sumo a su homenaje para el querido Limache.
Ernesto Olivares P.


Limache. Extracto del relato “El último deseo”
Por Freddys Pradena
“ Familiares y amigos, les agradezco que estén aquí acompañándonos en estos tristes momentos, pero como ya todos saben, hemos venido aquí a cumplir su última voluntad. El pidió que sus cenizas fueran esparcidas en las aguas del estero de Limache, y eso es lo que vamos a hacer. Pienso que no hace falta dar explicaciones del porqué de este póstumo deseo, porque estoy seguro que todos tendrán fotografías o tarjetas acuarelas que nos enviaba en las navidades, en donde se apreciaba su cariño por este pueblo, pero en especial del paisaje del estero. Procederemos...” -Un momento, tengo algo que decir, mejor dicho que leer. Una mujer de porte elegante, que el otoño de la vida no le he quitado la belleza, va sacando de su bolso, sobres abiertos. -Son cartas escritas por él... Carta a su hijo: “Hace calor esta tarde, Luis Eduardo, pero ahora que recuerdo siempre ha sido así en verano en este pueblo. Cuando éramos adolescentes pedíamos permiso a nuestros padres y con mis hermanos nos íbamos a refrescar al estero. Nos parecía una aventura pasar por la enmarañada ribera. Créelo, en pozas cristalinas nos bañábamos desnudos. Sumergidos bajo el agua veíamos peces. Así de limpio y claro era el río entonces. Estero de Limache que nace del cerro La Campana y que baja por el Valle para regar plantaciones de tomates y árboles frutales. ¡Ah! Cómo me acuerdo de volver del río coronados con guirnaldas de sauce, cargados con ramos de flores silvestres para mi madre y hojas medicinales para mi padre.” Carta a su madre: “Es una sensación tan agradable que me dejo caer de espaldas con los brazos abiertos en un lecho de plantas recién cortadas. Desde esa posición contemplo el cielo. El paso de algún pájaro. Así quieto escucho, a lo lejos, el murmullo del pueblo, una campana distante, la voz de una mujer llamando. Aspiro como si fuera a volar. Los pulmones se me llenan de aire fresco. De este aire fresco matinal, impregnado del aroma a plantas de tomates, del perfume de árboles, hierbas, flores silvestres, de tierra húmeda, para grabar para siempre este maravilloso olor al campo de Limache.” Carta a un hermano: “Y por último, un ejemplo sublime para justificar mi entusiasmo por Limache: Las noches. Las noches con su maravilloso silencio, interrumpido a veces por ladridos de perros o graznidos de queltehues. Me gusta ese frescor que inunda el ambiente, ayuda a descansar. Y más todavía me gusta ese perfume revuelto que emana de la vegetación, con el olor a fango de hojarascas que llega desde el estero. La noche bajo ese firmamento es espectacular, tantas y tantas estrellas que sobrecoge el corazón.” Así las partículas disgregadas fueron cayendo en la suave corriente del estero, en las piedras, en los arbustos, en los blanquecinos troncos secos. Unos vieron qué parte caía encima de una pollona que corrió a esconderse entre las plantas acuáticas. Otros vieron que la brisa arrastraba el polvo hacia un remanso del río donde pastaba un par de hermosos caballos. Alguno creyó ver que el polvo dorado por la luz de la tarde iba a un lugar en que una elegante garza blanca emprendía el vuelo. Todos escucharon el aviso de los queltehues al acercarse alguien. -Bueno, dijo. A partir de ahora estarás en el aire, sobre el valle, en el río, bajo las estrellas...entre nosotros. Es todo.

1 comentario:

vianka dijo...

que maravilla ..pude por unos segundos sentir el aroma del estero, ese aroma que queda en el cuerpo despues de un baño en el.., y soñar despierta bajando por el porton del fondo de la calle Comodoro.Recorde a mi abuelo ofrecer una moneda por cada satelite que vieramos en el cielo..y mi papa haciendo trampa mostrando el mismo como 3 veces jajaja... un abrazo tio ...