Por Edmond Aparicio Vera
La conocí personalmente en París, en 1976 ó 1977.
Tiempos de represión y exilio en casi toda América latina.
Mercedes Sosa ofrecía un recital en el Teatro Montparnasse con la taquilla agotada. Mi amigo el cantaautor Homero Caro, Ernesto Jiusan y yo, armados de un gran ramo de rosas, fuimos a saludarla después del espectáculo. Para mí fué la primera artista cuya sencillez y calor humano hacían desaparecer la vanidad del personaje internacionalmente famoso. Claro que ya conocía el canto de Mercedes desde el Chile de Salvador Allende, pero desde esa noche parisina firmé un pacto de incondicionalidad con la inmensa intérprete de nuestra música. En 1996, Mercedes, junto al Inti Illimani y otros artistas de prestigio, participó en un magnífico recital realizado en el teatro Caupolicán. Fue en el corazón del verano santiaguino, el testigo de honor de esa magna velada artística era la Sra. Hortensia Bussi de Allende.
El destino me prodigó el privilegio de escuchar "en vivo" a Mercedes una tercera vez. Fue en el teatro "Tom Brasil" de Sao Paulo, septiembre, 2008. Allí descubrí cuánto amaban los brasileños a Mercedes Sosa. El idioma no era barrera entre el artista y su público, ¡más bien un puente de plata! Fui testigo también del tiempo que pasa para todos. Su voz seguía fuerte y sugestiva, pero "La Negra" dominaba el escenario desde un confortable sofá, sólo cantó de pié su última canción. Y como durante toda su carrera recibió una inmensa ovacion. Mis lágrimas me traicionaron y anunciaban que ya no vería más a mi intérprete favorita...En París y en los cuatro rincones de Europa compré cada disco long play (33 tours) y luego los CD que trazan el largo y exitoso camino artístico de "La Negra". Su último CD "Mercedes Sosa, Cantora 1", comprado en Santiago en mayo pasado, sonará desde ahora como su testamento musical. ¡Negrita linda, descansa en paz!
Edmond Aparicio Vera
Periodista
(El anterior artículo fue también publicado en el diario Le Monde, de Francia)
La conocí personalmente en París, en 1976 ó 1977.
Tiempos de represión y exilio en casi toda América latina.
Mercedes Sosa ofrecía un recital en el Teatro Montparnasse con la taquilla agotada. Mi amigo el cantaautor Homero Caro, Ernesto Jiusan y yo, armados de un gran ramo de rosas, fuimos a saludarla después del espectáculo. Para mí fué la primera artista cuya sencillez y calor humano hacían desaparecer la vanidad del personaje internacionalmente famoso. Claro que ya conocía el canto de Mercedes desde el Chile de Salvador Allende, pero desde esa noche parisina firmé un pacto de incondicionalidad con la inmensa intérprete de nuestra música. En 1996, Mercedes, junto al Inti Illimani y otros artistas de prestigio, participó en un magnífico recital realizado en el teatro Caupolicán. Fue en el corazón del verano santiaguino, el testigo de honor de esa magna velada artística era la Sra. Hortensia Bussi de Allende.
El destino me prodigó el privilegio de escuchar "en vivo" a Mercedes una tercera vez. Fue en el teatro "Tom Brasil" de Sao Paulo, septiembre, 2008. Allí descubrí cuánto amaban los brasileños a Mercedes Sosa. El idioma no era barrera entre el artista y su público, ¡más bien un puente de plata! Fui testigo también del tiempo que pasa para todos. Su voz seguía fuerte y sugestiva, pero "La Negra" dominaba el escenario desde un confortable sofá, sólo cantó de pié su última canción. Y como durante toda su carrera recibió una inmensa ovacion. Mis lágrimas me traicionaron y anunciaban que ya no vería más a mi intérprete favorita...En París y en los cuatro rincones de Europa compré cada disco long play (33 tours) y luego los CD que trazan el largo y exitoso camino artístico de "La Negra". Su último CD "Mercedes Sosa, Cantora 1", comprado en Santiago en mayo pasado, sonará desde ahora como su testamento musical. ¡Negrita linda, descansa en paz!
Edmond Aparicio Vera
Periodista
(El anterior artículo fue también publicado en el diario Le Monde, de Francia)
Nota de la Redacción:
Mercedes Sosa, fallecida la madrugada del pasado domingo 4 de octubre, no era cantautora. Pero no lo necesitaba. Su fuerza interpretativa lo llenaba todo. Entiendo y comparto la emoción de mi amigo y colega, Edmond Aparicio, a quien el exilio se llevó a Francia. Mercedes era la cantante mayor de las canciones latinoamericanas y hasta mi madre, por allá por Nueva Zelandia, se emocionó en su recital brindado por ella en Wellington. "La Negra" como llamaban cariñosamente a la tucumana, paseó sin transacciones el repertorio latinoamericano por el mundo.
Al igual que mi amigo Edmond, tuve el privilegio de conocerla personalmente. Si la memoria no me falla, fue a comienzos de los años 70, cuando recién había grabado temas de la genial Violeta Parra. "No la conocí, pero siento que fue como mi hermana", me dijo, mientras yo tomaba apuntes sin sospechar en esos años la dimensión que alcanzaría quien tenía al frente.
En esos años yo era un ingenuo reportero, aprendiz de redactor y trabajaba para la revista "El Musiquero", publicación que se abría, de una forma u otra, a la Nueva Canción, la que surgía como una oleada de talento, búsqueda de justicia y de reivindicaciones para los más desposeídos y explotados.
Recuerdo que por razones de fuerza mayor llegué con casi media hora de atraso a la entrevista. Ella, sin embargo, esperaba pacientemente sentada en uno de los sofás de un salón del Hotel Carrera. Me deshice en disculpas, pero ella, generosa, no mostró ni un gesto ni palabra de reproche por mi falta de respeto.
Estoy a miles de kilómetros de mis archivos y quizás cuando tenga acceso a ellos, publicaré aquella entrevista en este blog. Mientras, la seguimos llorando, admirando y escuchando, pues gracias a la tecnología y el talento, Mercedes no ha muerto.
Ernesto Olivares P.
Mercedes Sosa, fallecida la madrugada del pasado domingo 4 de octubre, no era cantautora. Pero no lo necesitaba. Su fuerza interpretativa lo llenaba todo. Entiendo y comparto la emoción de mi amigo y colega, Edmond Aparicio, a quien el exilio se llevó a Francia. Mercedes era la cantante mayor de las canciones latinoamericanas y hasta mi madre, por allá por Nueva Zelandia, se emocionó en su recital brindado por ella en Wellington. "La Negra" como llamaban cariñosamente a la tucumana, paseó sin transacciones el repertorio latinoamericano por el mundo.
Al igual que mi amigo Edmond, tuve el privilegio de conocerla personalmente. Si la memoria no me falla, fue a comienzos de los años 70, cuando recién había grabado temas de la genial Violeta Parra. "No la conocí, pero siento que fue como mi hermana", me dijo, mientras yo tomaba apuntes sin sospechar en esos años la dimensión que alcanzaría quien tenía al frente.
En esos años yo era un ingenuo reportero, aprendiz de redactor y trabajaba para la revista "El Musiquero", publicación que se abría, de una forma u otra, a la Nueva Canción, la que surgía como una oleada de talento, búsqueda de justicia y de reivindicaciones para los más desposeídos y explotados.
Recuerdo que por razones de fuerza mayor llegué con casi media hora de atraso a la entrevista. Ella, sin embargo, esperaba pacientemente sentada en uno de los sofás de un salón del Hotel Carrera. Me deshice en disculpas, pero ella, generosa, no mostró ni un gesto ni palabra de reproche por mi falta de respeto.
Estoy a miles de kilómetros de mis archivos y quizás cuando tenga acceso a ellos, publicaré aquella entrevista en este blog. Mientras, la seguimos llorando, admirando y escuchando, pues gracias a la tecnología y el talento, Mercedes no ha muerto.
Ernesto Olivares P.
2 comentarios:
Muy emotivo el comentario. La personalidad de Mercedes Sosa queda reflejada en el detalle con el novato periodista del "Musiquero"
Freddy
Emotivo comentario. La personalidad de Mercedes queda reflejada en el talante con el novato periodista del "Musiquero"
Freddy
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