domingo, 31 de octubre de 2010

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER: EL MAESTRO DE MAESTROS

por José G. Martínez Fernández.
Considerada "simplona" por algunos, la poesía de Bécquer es una fuente de inspiración, incluso hoy, para muchos poetas; como antes lo fuera para Rubén Darío, Rafael Alberti, Juan Ramón Jiménez y otros ilustres bardos.
Bécquer vivió sólo 34 años (1836-1870) y esos años le bastaron para convertirse en uno de los más grandes poetas de la historia. En vida publicó sus poemas en forma aislada. Tras su muerte sus buenos amigos editaron en libro esos textos y sus leyendas para que el mundo comprendiera qué gran artista había sido el sevillano.
Bécquer, cuyo apellido real era Domínguez, escribe poemas desde los doce años. A los trece hace un texto en homenaje al poeta Alberto Lista, en razón de su fallecimiendo. Es increíble que un poeta de tal edad hiciera semejante obra. En esos años de poeta "primerizo" Bécquer sigue escribiendo buenos poemas.
Luego vendrá la gran etapa becqueriana. Entre 1858 y 1868 escribirá sus célebres RIMAS. Será la musicalidad que encierran la mayoría de ellas lo que sorprenderá a los críticos y a los poetas de su tiempo y, en especial, a los del período posterior a su muerte (1870), cuando sus cercanos -impactados por el enorme talento del sevillano- publican todos sus poemas.
Sus influencias las tuvo desde el ancestral latino Horacio, pasando por Petrarca y llegando a obtener las de románticos como su coétaneo Espronceda, los ingleses Shelley, Byron y los franceses Víctor Hugo, Lamartine y Musset.
Así como él tuvo a esos grandes maestros, él también influyó en otros grandes poetas.
Los poetas de la Generación del 98 le deben mucho, en especial Unamuno y Antonio Machado.
Los de la del 27 también, principalmente: Alberti, Cernuda y Altolaguirre.
Fuera de España su influencia recaerá en el cubano Martí, en el mexicano Nervo y nada menos que en el padre del modernismo: Rubén Darío.
Los grandes estudiosos de las letras de ayer, como Menéndez Pelayo y los contemporáneos como Dámaso Alonso y Carlos Bousoño lo aplaudirán.
Ramón Perés, se escribe así, -académico español- lo situaba en sus estudios como pieza fundamental de la lírica de España de todos los tiempos.
Para muchos Bécquer es el más grande poeta de España después de fray Luis de León.
Realmente el gran español pertenece a la época postromántica, pero todos lo llamamos simplemente poeta romántico.
El profesor de la célebre Universidad Complutense de Madrid, Ángel Valbuena, en su Historia de la Literatura Española, dice de él:
"La poesía de Bécquer es a la vez intensa y sencilla, honda, rica de contenido poético, sumida en las esencias de la naturaleza, en un sentido de panteísmo lírico, en que el creador de belleza se funde con los sones y los aromas de todas las cosas. Entre esa embriaguez tenue de ritmos, luces y sombras, en esa atmósfera de oros y cadencias, se perfilan versos de una belleza perfecta, que por su musicalidad, su encantadora sugerencia, su inefable emoción, quedan como firmes monumentos para un autor, fuera de su época y su estilo".
El mismo Valbuena agrega: "...la poesía de Bécquer, cima de su tiempo, da la mano a los grandes poetas de toda nuestra literatura".
Y qué cierto es esto.
Dijo Bécquer: "una flor se mecía/ en compasado y dulce movimiento"... En GLADIOLOS el gran poeta chileno Óscar Hahn señala algo parecido. Entre otros poetas recientes en que se muestra el influjo del verbo becqueriano está el nicagarüense Ernesto Cardenal.

José G. Martínez Fernández

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