-Cuando ya transitaba en los 80, Inés Sotelo Cabral partió de este mundo dejando una huella histórica en el canto popular. Era integrante de “Las Consentidas” y antes del dúo María-Inés, binomios que forman parte de la galería de clásicos entre los cultores de cuecas y tonadas.
No soy un gran entendido en música. No sé mucho de compases, ritmos, calderones, pausas, ligados, silencios etc. Ni en llave de Sol ni en la de Fa. Tampoco sé lo suficiente de canto. Menos de timbres, tonos e intensidades. De lo que sí estoy seguro -y permítanme vociferarlo- es que Inés Sotelo era la mejor Segunda Voz femenina para las cuecas y las tonadas de los últimos 50 años.
En el pandero también era una virtuosa y dudo que otra pueda golpear el cuero de ese instrumento como ella lo hacía.
Inés nos dejó. Su partida fue silenciosa, quizás, porque a los medios de comunicación sólo les interesan las figuras que puedan atraer lectores, auditores o televidentes. Quizás también, porque las exequias definitivas del gran Víctor Jara coparon en esos mismos días, merecidamente, espacios, páginas y minutos en pantalla.
La conocí cuando era integrante del dúo “María-Inés” (con María Venegas) casi a mediados de los 50. Entonces, siendo un niño, ya supe de su “especial” sentido del humor, cuando en la playa de Caleta Abarca, en complicidad con su compañera artística me arrancó la toalla que me cubría en el momento en que me cambiaba el traje de baño por mis pantalones cortos. Con mis menudencias al aire corrí a esconderme detrás de uno de los grandes pilares cilindricos, que era lo que quedaba del muelle.
Esa forma de encarar la vida la caracterizó durante toda su existencia, y especialmente para mi familia, será una bella y divertida rutina recordar sus dichos y sus frases humoristicas.
El sonido de María-Inés era notable. Quienes tengan la posibilidad de escuchar sus grabaciones podrán confirmarlo. Hay algunas con Los Hermanos Lagos que son de antología.
María se retiró del canto debido a que se trasladó a Francia, pero la soledad no duró mucho. A mediados de los 60 Inés fue llamada por Claudia Martínez para formar el dúo “Las Consentidas”, que debutó en Fiestas Patrias en la Ramada Oficial de Viña del Mar que comandaba mi padre, Carlos Olivares Vásquez, quien se constituyó en una especie de padrino para el naciente dueto.
El afiatamiento fue casi instantáneo. La voz casi lírica de Claudia y la fortaleza de la segunda de Inés plasmaron en forma mágica creando un sonido nuevo, con identidad propia, diferente al de María-Inés.
Vinieron los festivales (incluyendo Viña del Mar), las presentaciones en televisión, las grabaciones y los principales rodeos del país, especialmente los “champions”. No había actividad corralera sin las voces de fondo de “Las Consentidas” cuya actividad se prolongó por más de 40 años.
"Eramos como hermanas y nos queríamos mucho", apunta Claudia, desolada por la pérdida de su comadre y compañera de canto por tantos años.
Tanto María-Inés como “Las Consentidas”, grabaron cuecas en conjunto con “Los Perlas”, temas contrapunteados que se han constituído en verdaderas joyas del folklore.
Las circunstancias separaron físicamente a Claudia e Inés. La primera, dedicada a las actividades del club de cueca “El Perla Chico” de La Serena, formado en homenaje a su esposo, Oscar Olivares. Inés se quedó en Santiago, con sus hijos y nietos, luchando contra su enfermedad.
Finalmente, la muerte dio su zarpazo y se la llevó. Pero queda en nuestra entorno su recuerdo alegre y su poderosa segunda voz: fuerte, segura, solidaria, siempre sonando en beneficio del dúo. Y seguirá cantando.
E. Olivares P.