Artículo publicado en revista La Página
Jaime Ceresa® 6 de Mayo, 2009.
No hay que revisar los libros de historia para saber lo que implicó la isla Dawson para quienes estuvieron presos en ella. Campo de concentración de “comunachos malhabidos” que vieron pasar por sus ojos y oidos torturas y muerte. Dawson es sólo una parte de una historia negra que se llamó dictadura chilena y que hasta el día de hoy responsables de esa atrocidad pululan impunemente en partidos políticas que se autoproclamaron demócratas tras el plebiscito del 88´.
Tal como no hay que revisar añejos libros para ilustrarse sobre la mentada isla, tampoco hay que hacerlo para que no tome por sorpresa el nuevo golpe de timón de uno de sus más ilustres prisioneros, Fernando Flores.
De ministro de la Unidad Popular a capitalista puro, de perseguido por una de las publicaciones más antiguas de nuestro país a tener una estrecha relación con su actual director (y colaborador con la dictadura), de futuro retirado de la política a fundador de un partido político que partió meses antes como movimiento ciudadano bajo el juramento que nunca sería un símbolo en la boleta electoral. Flores ha sabido navegar bajo la filosofía de la ambición del poder.
El problema está en que la coherencia y la consecuencia política no se mide bajo ese concepto que hoy Piñera nos trataba de mostrar, donde la amplitud y valentía para cambiarse de bando son algo digno de destacarse. La coherencia y la consecuencia se miden en la capacidad que uno tiene para adaptarse sin traicionar eso que nos define como hombre, nuestra integridad moral.
Lo de Flores ya suena a payasada y sobretodo a una pésima movida (de él y de Tatán) que bajo el prisma de la vieja escuela política piensan que la gente cansada de lo mismo va a ver un “Efecto Enríquez-Ominami” en está “apertura” que nos intentan vender con una nueva coalición, con amargo olor a dedito en el culo, llamada Coalición por el Poder Cambio. Ni Piñera se verá beneficiado por esto, ni Chileprimero tendrá el envión de votos que espera tener, con sus candidatos que no calientan a nadie, tras esta conveniente filiación.
La movida por el lado de Piñera es clara, un intento tonto y poco creativo de renovar un panorama político desgastado precisamente por estas farsas, es una patriada por intentar vender una imagen de un candidato con apertura tan de cartón como su irrisoria chapa de emprendedor.
A su vez, por el lado de Flores no deja de ser menos. Es el intento de vender en forma de apertura la continua escalada de poder del niño patidescalzo que salió de Talca, se transformó en un self made man, llegó a un ministerio del primer y único Gobierno marxista democráticamente electo, se hizo millonario, volvió en jet privado cargado de rotería y prepotencia, se hizo senador por una coalición para salirse y formar un partido político, y que el único vestigio de integridad que le queda hoy es el todavía no saber decir Chile como Dios manda.
La corrupción moral de Flores ya no sorprende, su poca integridad tampoco. Al gordito ministro de la época de Allende lo perdimos en su primer negocio exitoso en Estados Unidos donde vivió convenientemente su exilio (¿Por qué no fue Suecia, Cuba, o cualquier país más afín con su supuesta ideología?), lo perdimos cuando aceptó la primera invitación a beber una copa para hacer negocio con el Tío Agustín (el mismo que ayudo a encarcelar a personas como él), y su camino se volvió sin retorno con cada paso político que ha dado alejándolo de una integridad moral y acercándolo hacia un camino pavimentado con inconsecuencias que hoy lo tiene ad portas de encabezar la comisión de DD.HH junto a algún UDI en un asadito en Tantauco y mañana donde el sol más lo abrigue.
Así es la política dicen mucho, así son los negocios y el poder debería ser la frase correcta. Es ahí, justo ahí, en ese ámbito donde las personas no sólo terminan traicionándose a ellos mismos, si no que escupen en la cara de quienes juraron defender ideales tan valiosos como el de los derechos humanos que alguna vez les fueron negados, por un puñado de lucas más, por una cuotita de poder extra.
Como dijo Flores cuando desenterró el hacha de guerra contra el PPD, “No estamos en Chile para esta huevada“.
(De revista La Página)
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