por José G. Martínez Fernández.
Espantoso. Simplemente espantoso.
Llegué a mi departamento el 20 de marzo en la noche, es decir 21 días después del terremoto que viví estando en tierras un poco lejanas.
Llegué de noche.
Con una linterna en la mano logré abrirme paso en la desolación del oscurecido pasillo. Enfoqué la llave y abrí la puerta. La escalera de subida al dormitorio tenía varios escalones menos y el comedor estaba lleno de diversas cosas.
Muchos de los escalones de la escalera habían caído y otros estaban sueltos y partidos.
Las paredes de ambos pisos estaban abiertas. Se podía ver parte del baño y del departamento de arriba.
Un vecino me ofreció su casa para alojar esa noche.
Al día siguiente el drama se vio más claro. La destrucción era mayor.
Pareciera que nuestro departamento hubiera estado en la zona del epicentro y no a cientos de kilómetros al norte.
Hasta ahora la Municipalidad de Ñuñoa lo único que nos ha puesto es una tabiquería de pésima calidad.
En mi piso hay dos departamentos ocupados de los doce.
El abandono es total.
No hay ánimo de hacer las cosas.
Limpiar, ordenar un poco, hacer algo para salir del infierno.
Tenemos agua, pero no podemos darla, porque los daños en las piezas de gasfitería lo inundaría todo.
Se despidió al aseador por no haber dinero para pagarle el sueldo.
Pasada las 18 horas debo entrar con la linterna prendida. No hay otra opción en mi túnel sin luz.
Con esa luz de linterna meto mi llave en la cerradura.
Abro mi departamento. Ahora está un poco más ordenado, pero amenazan las tuberías y las paredes abiertas.
Una impotencia nos invade, pero debemos salir adelante.
Con valor, con coraje, con amor.
Por los problemas citados no he podido enviar notas a los medios en que escribo.
Éste es el primero tras conocer la devastación.
Pareciera que hubiésemos estado en una guerra.
La guerra del terremoto.
Un dolor enorme...Imaginamos cómo será el dolor de lo que los perdieron todo, incluido a familiares queridos.
Luchemos, salgamos adelante.
Hagamos algo nosotros mismos. Reclamemos algunos derechos: Para eso el Fisco chileno nos apabulla de impuestos (obligaciones) y de nuestros derechos se olvida.
Mientras escribo la nota en un internet público recuerdo que hace unos minutos el hedor de la basura acumulada es cada vez mayor.
Seguirá aumentando con los pocos habitantes de nuestro edificio.
De los casi treinta departamentos del edificio hay ocupados, según me informo, siete u ocho.
Con los edificios vecinos ocurre lo mismo.
Un abandono total.
Han pasado más de dos meses y salimos adelante de a poco.
Ah, última hora: la Municipalidad al menos nos ha puesto la luz.
Algo, poco.
En fin.
José G. Martínez Fernández
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