Lobos Disfrazados de Ovejas
Enviado por Giro País el 29/06/2010 a las 02:02 PM
Por Julio Sarmiento, Estudiante de Medicina, Senador Universitario, Presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile.
Hoy se viven las consecuencias de la destrucción de la educación pública que proyectaron los asesores civiles que gobernaron con Pinochet en la década de 1980. Las universidades estatales quedaron gravemente heridas luego de funcionar durante tres décadas con aportes insuficientes y trabas administrativas. Se permitió de manera deliberada que floreciera un mercado privado de educación, para beneficio de potentes grupos económicos encabezados por los mismos que en dictadura trataron de destruir y debilitar desde el gobierno a las universidades estatales.
Hemos llegado al punto en el que la asimetría en la competencia por recursos y estudiantes ha favorecido tanto a los planteles privados, que estos se encuentran en condiciones de generar una ofensiva desde sus casas de estudio, el gobierno y los medios de comunicación, demandando subsidios del estado para sus propios negocios.
Lamentablemente Chile es el único país donde se ha dado plena libertad al mercado para cumplir tareas inherentes a lo público en rubros tan delicados como la educación. Donde a la motivación de lucro, disfrazada de emprendimiento, se le permite anteponer los bolsillos a las personas y exigir que el Estado les entregue recursos extras por eso.
Se ha propuesto una nueva institucionalidad para agrupar a todas las universidades acreditadas bajo el argumento que el Consejo de Rectores “discrimina” a las que fueron creadas después. Pretenden con la victimización convencer de que es lógico sentar a prestigiosos Rectores académicos elegidos entre sus pares, con administradores designados por empresarios. No les basta a los grandes consorcios la influencia de sus capitales y quieren hacerse un lugar en los espacios de deliberación política donde hasta ahora el prestigio académico les han impedido ingresar.
Otra medida ha sido el transformar el Aporte Fiscal Directo en Fondos concursables a los que pueda postular también cualquier privada acreditada. Han argumentado en la “calidad” sin referirse a que esta produzca o no un beneficio social, y nada han comprometido en relación a eliminar el lucro, que como motivación principal es en si mismo un argumento para no financiar con recursos fiscales a quienes van a privilegiar las ganancias privadas, independiente de que al otro lado haya un estudiante vulnerable, una familia pobre, o un consumidor desvalido.
Privilegiar el financiamiento en función de la calidad, hace capitular la excelencia propia de un quehacer académico basado en el prestigio y la tradición, frente a indicadores forzosamente introducidos por ideólogos de la liberalización económica. La igualdad de trato a que esto conlleva, implica ni siquiera esforzarse por alcanzar sino concretamente desmerecer, las características que hacen a las universidades tradicionales dignas de su sitial. Por eso los representantes de universidades privadas han evitado hablar de la diversidad de la composición socioeconómica de sus estudiantes, el pluralismo de su enseñanza, de la formación de valores democráticos, la participación de los estamentos en su gobierno, o cualquier otra cosa que huela a público, que ponga a la universidad al servicio de la sociedad y que les impida enseñar lo que quieren, de la manara que se les antoje y en función de los interese que le sean propios.
La reforma a la educación superior anunciada desde el MINEDUC ha escondido con pieles de oveja a peligrosos lobos de crecidos colmillos, que argumentando con eufemismos y lugares comunes su bienintencionado aporte, buscan asestar el golpe final a los universidades que ya una vez trataron de destruir. Han trabajado muy bien su discurso para encubrir las ansias enormes de aumentar su tajada en el lucrativo negocio de la educación superando las ultimas barreras que hacina del quehacer universitario una tarea pública de interés nacional, donde el objetivo ha sido preservar el interés común, la identidad cultural y los valores democráticos, al margen de cualquier influencia económica, política, doctrinaria o confesional.
Por Julio Sarmiento
martes, 29 de junio de 2010
sábado, 26 de junio de 2010
Chile: La Justicia a Paso de Tortuga
por José G. Martínez Fernández.
Parece que los tribunales de justicia de Chile están integrados por árbitros amateurs. Ni Milton Juica, el nuevo presidente de la Corte Suprema, le pone los cascabeles a los juzgados.
En este país la justicia es un aparato acongojado, envejecido de muy extraño quehacer.
¿En qué país del mundo la justicia demora mucho? En Chile.
¿En qué país del mundo se pierden los exhortos en tribunales? En Chile.
¿En qué país del mundo hay jueces que son amigos incondicionales de los acusados? En Chile.
La justicia en Chile es un ente ciego o, al menos, tuerto.
Esta justicia debe ser denunciada en nuestro país y fuera de nuestro país.
La periodista Alejandra Matus dio un ejemplo de valentía cuando publicó El Libro Negro de la Justicia en Chile. Apenas apareció, los tribunales usaron el método inquisitorio de la requisición de los ejemplares y luego una orden de detención en contra de ella, la que no se alcanzó a cumplir porque Matus emprendió vuelo horas antes que dicha orden se diera.
Argentina la recibió. Allí estas cosas, persecuciones, resultan medievales.
Si Chile tiene una justicia que no es tal, unos tribunales tramitadores, unas resoluciones que lindan en lo cómico o lo perverso, digna es la persona que la denuncia.
Deben existir los tribunales justos. Cuéntense de a uno...Dios mío...¡Cómo es posible que uno de los pueblos de mayor cultura de América aún tenga unos tribunales horrorosos!
Agresores de personas, ladrones de toda clase y hasta asesinos se han visto beneficiados por la vieja y nueva justicia chilena.
Jueces enemigos de la justicia, ambiguos individuos que no analizan bien los casos, hombres bajo cuyos ojos se pierden papeles importantes, documentos claves...
¿En qué país pasa ello? En Chile, amigos, en Chile.
Yo he vivido una experiencia espantosa en un tribunal sureño. Año y medio lidiando. Se ha perdido un documento importante y aún siguen a paso de tortuga su quehacer.
Por ello preparo un libro. Hastiado, como miles de chilenos, que no han recibido justicia a los legales derechos invocados, no queda otro camino.
Libertad de denuncia -aún con toda la desnudez que esos casos exigen- es lo que debe primar en la búsqueda de una sociedad chilena mejor.
José G. Martínez Fernández.
Parece que los tribunales de justicia de Chile están integrados por árbitros amateurs. Ni Milton Juica, el nuevo presidente de la Corte Suprema, le pone los cascabeles a los juzgados.
En este país la justicia es un aparato acongojado, envejecido de muy extraño quehacer.
¿En qué país del mundo la justicia demora mucho? En Chile.
¿En qué país del mundo se pierden los exhortos en tribunales? En Chile.
¿En qué país del mundo hay jueces que son amigos incondicionales de los acusados? En Chile.
La justicia en Chile es un ente ciego o, al menos, tuerto.
Esta justicia debe ser denunciada en nuestro país y fuera de nuestro país.
La periodista Alejandra Matus dio un ejemplo de valentía cuando publicó El Libro Negro de la Justicia en Chile. Apenas apareció, los tribunales usaron el método inquisitorio de la requisición de los ejemplares y luego una orden de detención en contra de ella, la que no se alcanzó a cumplir porque Matus emprendió vuelo horas antes que dicha orden se diera.
Argentina la recibió. Allí estas cosas, persecuciones, resultan medievales.
Si Chile tiene una justicia que no es tal, unos tribunales tramitadores, unas resoluciones que lindan en lo cómico o lo perverso, digna es la persona que la denuncia.
Deben existir los tribunales justos. Cuéntense de a uno...Dios mío...¡Cómo es posible que uno de los pueblos de mayor cultura de América aún tenga unos tribunales horrorosos!
Agresores de personas, ladrones de toda clase y hasta asesinos se han visto beneficiados por la vieja y nueva justicia chilena.
Jueces enemigos de la justicia, ambiguos individuos que no analizan bien los casos, hombres bajo cuyos ojos se pierden papeles importantes, documentos claves...
¿En qué país pasa ello? En Chile, amigos, en Chile.
Yo he vivido una experiencia espantosa en un tribunal sureño. Año y medio lidiando. Se ha perdido un documento importante y aún siguen a paso de tortuga su quehacer.
Por ello preparo un libro. Hastiado, como miles de chilenos, que no han recibido justicia a los legales derechos invocados, no queda otro camino.
Libertad de denuncia -aún con toda la desnudez que esos casos exigen- es lo que debe primar en la búsqueda de una sociedad chilena mejor.
José G. Martínez Fernández.
miércoles, 2 de junio de 2010
Woody Guthrie, el Auténtico Héroe Americano
Escrito por Fernando-Navarro
Blogs, Diario El País de España
Guillermo Altares, ex responsable de Babelia y ahora redactor jefe del diario El País, y Cristóbal Manuel, fotógrafo del periódico, se encuentran desde hace unos días en Arizona para cubrir la polémica suscitada por la Ley de Inmigración aprobada en ese Estado norteamericano. El otro día, Altares publicaba un interesante artículo titulado “Esta tierra es nuestra tierra”, que indudablemente traía a la memoria el título de la canción de Woody Guthrie. De alguna manera, tanto tiempo después, la obra de Woody Guthrie sigue estando presente. Aprovecho, por tanto, para traer a este blog mi colaboración con la revista Efe Eme, dentro de la sección "Forajidos".
"La vida de un hombre no vale nada si no vive de acuerdo con su conciencia”.
“La gran prueba” (“Friendly Persuasion”, 1956), dirigida por William Wyler.
El 23 de enero de 1943 el diario The Times sacaba el siguiente editorial: “Después de la guerra, el desempleo ha sido la enfermedad más extendida, insidiosa y destructiva de nuestra generación: es la enfermedad social de la civilización occidental de nuestra época”. Por aquel entonces, Woody Guthrie debía estar girando por algún lugar de Estados Unidos con los Almanac Singers, el grupo del joven Pete Seeger que simpatizaba con las ideas comunistas, mientras que, con su gorra a lo Oliver Twist y su cigarrillo a medio caer, desenfundaba su guitarra en la que se podía leer: “This machine kills fascists” (Esta máquina mata fascistas). Tras una Segunda Guerra Mundial asoladora y una depresión económica histórica, la prensa anglosajona buscaba definir la última década de un mundo que intentaba superar su estado terminal. Y, entre tanto, un pequeño hombre recorría su país, entonces ya primera potencia mundial, de arriba abajo, de este a oeste, para transmitir un mensaje de resistencia, de lucha diaria.
Décadas después de su muerte, Woody Guthrie representa todavía la voz de la clase trabajadora estadounidense. La voz del tipo que no fue bendecido, del hombre que la fortuna dejó varado en mitad de la carretera, pero cuya entereza era hierro forjado. Nacido el 14 de julio de 1912, la vida de este músico inquieto está marcada por la superación ante la catástrofe y la desidia. Se crió en Okemah, en el Estado de Oklahoma, motivo por el cual escuchó muchas veces en su vida el calificativo despectivo de Okie (nombre con el que se conocía a los habitantes de las Grandes Llanuras durante la época de la Gran Depresión), al que podía responder con un puñetazo. A los 15 años, Woody era un desastre en el colegio y limpiaba zapatos y recogía botellas vacías o chatarra para venderla. A los 17, se mudó con su familia a Pampa, Texas, después de que a su padre le diesen trabajo en una empresa petrolífera. Con el incipiente oro negro, Guthrie tenía opiniones claras sobre el nuevo mundo, donde unos ganaban mucho y otros apenas tenían para tirar. “El petróleo era lo que decidía si te trataban como un ser humano, como a un asno o como a un perro”, escribía el músico en su autobiografía, Rumbo a la Gloria (Bound for Glory).
El joven de la gorra entró pronto en contacto con la música y aprendió los entresijos de la guitarra, la mandolina y la armónica, incluso de instrumentos de percusión. Le encantaba escuchar las canciones de las emisoras de Pampa y allí sintió adoración por las composiciones folklóricas y el blues rural. Comenzó a componer para los Corncobs, una banda local, pero su primera canción en solitario daba buena cuenta de las que serían sus señas de identidad. Woody, el tipo deslenguado y batallador, se ponía en la piel del presidente Roosvelt y disparaba contra los responsables de las desigualdades sociales. Como buen forajido, no le faltaban balas. Siempre había a quién dar. Todas sus letras se ponían del lado de los oprimidos.
A principios de los años treinta, tras el crash del 29, la radiografía del país presentaba un aspecto desolador. En 1932, John Dos Passos, en su función de reportero de la conocida generación perdida, informaba que, por ejemplo, los parados de Detroit vivían en cuevas excavadas en enormes montones de arena abandonados. Su relato era el posterior reflejo de la realidad que Guthrie vería con sus propios ojos. Entre marzo de 1937 y septiembre de 1941, el músico se embarcó en siete viajes alrededor de Estados Unidos. En aquellas travesías, era un Huckberry Finn con guitarra, sin ataduras, en continua supervivencia. Robó fruta en las plantaciones, pescó en los ríos y cazó conejos en los campos. En la Gran Depresión, los hombres sin trabajo deambulaban por el campo en busca de alguna ocupación o se congregaban en las afueras de las grandes ciudades en colonias de chabolas de cartón, conocidas irónicamente en EE UU como hoovernilles, en honor a los despropósitos de las políticas económicas del presidente Hebert Hoover (1929-1933). John Steinbeck, otro narrador de la generación perdida, también documentó los hoovernilles en su magistral obra, Las uvas de la ira (1939). Estas chozas de los inmigrantes desheredados en su propia tierra fueron lugar de descanso y desamparo de Guthrie.
El músico, que también durmió bajo los puentes, aprendió qué clase de penitencia pasaba el obrero y el campesino en suelo americano. Woody descansaba entre los nómadas que se recogen en las fotografías de Dorothea Lange, a mitad, siempre, de la esperanza sujeta entre dientes y ningún sitio. Desde entonces, decidió convertirse en testigo de su tiempo. Como escribió en su autobiografía: “Con el negocio del petróleo en picado, el trigo llevado por el viento y la gente trabajadora dando tumbos asediada por hipotecas, deudas y facturas, enfermedades y preocupaciones de toda condición ruinosa, vi que tenía material para crear canciones”. A partir de ahí, nació un Charlot como el de Tiempos Modernos, pero con más mala leche y un instrumento de cuerdas entre las manos.
De la erosión de la tierra y las tormentas de arena llegó su paso a Nueva York y su encuentro con Pete Seeger con el que formó los Almanac Singers. El grupo, abierto a varios músicos, tenía su epicentro en Greenwich Village y tocaba canciones pacifistas. Sus integrantes, entre ellos Lee Hays de The Weavers, formaban parte del ala de la izquierda liberal, combativa y minoritaria estadounidense que en un principio se opuso a la entrada de Washington en la Segunda Guerra Mundial, más cuando Stalin pactó con Hitler en 1939. La participación en la guerra significaba ir contra la Rusia comunista. Sin embargo, los Almanac, influenciados por Guthrie, terminaron apoyando la lucha contra el nazismo para dar sentido a sus ideales de transformación global. Pero, después del ataque japonés de Pearl Habor en 1941, el FBI intensificó sus persecuciones comunistas y la sociedad receló del discurso de los cantantes. Los Almanac Singers dejaron de actuar.
Tras la guerra, Guthrie publicó artículos en panfletos y periódicos locales en los que llamaba a la resistencia contra el fascismo y los abusos del poder, mientras nunca paraba de tocar y componer cientos de canciones. Piezas de paso, improvisadas, según el público y el estado de ánimo, así como emblemas de su generación y las venideras, como ‘This Hard Land’. En un Diner de carretera, camino de Nueva York, escribió las primeras estrofas de este himno de la música popular estadounidense. Guthrie lo compuso en respuesta al tema ‘God Bless America’ de Irving Berlin. No podía soportar la complacencia de Berlin y su difusión generalizada por el país. Las emisoras de radio repetían una y otra vez ‘God Bless America’ cantada por Kate Smith, que a la postre se convertiría en la típica star singer con sus programas de televisión y sus actuaciones para el Ejército y los actos deportivos con regusto patriótico. La América de Guthrie no estaba bendecida por Dios, no daba gracias. El cantautor de Oklahoma señalaba otro rumbo, subido a un tren de mercancías o en la parte de atrás de una furgoneta de segunda mano. Hasta que la enfermedad se cruzó en su camino. En septiembre de 1954, ingresó en un hospital de Brooklyn. Iba cargado con un cuaderno de apuntes, su guitarra y el manuscrito de la segunda parte de su autobiografía, Seeds of Man. Enfermo de Huntington, poco a poco fue apagándose.
En octubre de 1967, Guthrie moría sin llegar a los 40 años. Mientras tanto, Irving Berlin llegaría a los 101, pasaría por Hollywood, se haría rico y recibiría todos los premios y condecoraciones nacionales posibles. De hecho, ‘God Bless America’ se considera el segundo himno nacional de EE UU. ‘This Hard Land’ no ha tenido la misma suerte, aunque guarda su pálpito cómplice, pasando como una antorcha entre generaciones de músicos y tocándose todavía entre trovadores anónimos de Washington Square.
“Canto para hacer que te sientas orgulloso de ti mismo y de tu trabajo”, declaró Guthrie en mitad de la tormenta de sus tiempos. En sus memorias, Bob Dylan, que abandonó su pueblo de Minnesota para conocer en persona al ídolo de su vida, cuenta que se sintió como si le transmitiese su energía. Cierto: su legado quedaba en buenas manos. En Los vagabundos de la cosecha, obra periodística de la Gran Depresión, Steinbeck escribía en uno de sus artículos: “Un hombre a quien llevan de un lado a otro como una bestia, rodeado de guardias armados, hambriento y obligado a vivir entre la suciedad, pierde su dignidad, esto es, pierde el lugar que legítimamente le corresponde en la sociedad”. A ese lugar, a esa dignidad, cantaba con todo el espíritu Woody Guthrie.
Blogs, Diario El País de España
Guillermo Altares, ex responsable de Babelia y ahora redactor jefe del diario El País, y Cristóbal Manuel, fotógrafo del periódico, se encuentran desde hace unos días en Arizona para cubrir la polémica suscitada por la Ley de Inmigración aprobada en ese Estado norteamericano. El otro día, Altares publicaba un interesante artículo titulado “Esta tierra es nuestra tierra”, que indudablemente traía a la memoria el título de la canción de Woody Guthrie
"La vida de un hombre no vale nada si no vive de acuerdo con su conciencia”.
“La gran prueba” (“Friendly Persuasion”, 1956), dirigida por William Wyler.
El 23 de enero de 1943 el diario The Times sacaba el siguiente editorial: “Después de la guerra, el desempleo ha sido la enfermedad más extendida, insidiosa y destructiva de nuestra generación: es la enfermedad social de la civilización occidental de nuestra época”. Por aquel entonces, Woody Guthrie debía estar girando por algún lugar de Estados Unidos con los Almanac Singers, el grupo del joven Pete Seeger que simpatizaba con las ideas comunistas, mientras que, con su gorra a lo Oliver Twist y su cigarrillo a medio caer, desenfundaba su guitarra en la que se podía leer: “This machine kills fascists” (Esta máquina mata fascistas). Tras una Segunda Guerra Mundial asoladora y una depresión económica histórica, la prensa anglosajona buscaba definir la última década de un mundo que intentaba superar su estado terminal. Y, entre tanto, un pequeño hombre recorría su país, entonces ya primera potencia mundial, de arriba abajo, de este a oeste, para transmitir un mensaje de resistencia, de lucha diaria.
Décadas después de su muerte, Woody Guthrie representa todavía la voz de la clase trabajadora estadounidense. La voz del tipo que no fue bendecido, del hombre que la fortuna dejó varado en mitad de la carretera, pero cuya entereza era hierro forjado. Nacido el 14 de julio de 1912, la vida de este músico inquieto está marcada por la superación ante la catástrofe y la desidia. Se crió en Okemah, en el Estado de Oklahoma, motivo por el cual escuchó muchas veces en su vida el calificativo despectivo de Okie (nombre con el que se conocía a los habitantes de las Grandes Llanuras durante la época de la Gran Depresión), al que podía responder con un puñetazo. A los 15 años, Woody era un desastre en el colegio y limpiaba zapatos y recogía botellas vacías o chatarra para venderla. A los 17, se mudó con su familia a Pampa, Texas, después de que a su padre le diesen trabajo en una empresa petrolífera. Con el incipiente oro negro, Guthrie tenía opiniones claras sobre el nuevo mundo, donde unos ganaban mucho y otros apenas tenían para tirar. “El petróleo era lo que decidía si te trataban como un ser humano, como a un asno o como a un perro”, escribía el músico en su autobiografía, Rumbo a la Gloria (Bound for Glory).
El joven de la gorra entró pronto en contacto con la música y aprendió los entresijos de la guitarra, la mandolina y la armónica, incluso de instrumentos de percusión. Le encantaba escuchar las canciones de las emisoras de Pampa y allí sintió adoración por las composiciones folklóricas y el blues rural. Comenzó a componer para los Corncobs, una banda local, pero su primera canción en solitario daba buena cuenta de las que serían sus señas de identidad. Woody, el tipo deslenguado y batallador, se ponía en la piel del presidente Roosvelt y disparaba contra los responsables de las desigualdades sociales. Como buen forajido, no le faltaban balas. Siempre había a quién dar. Todas sus letras se ponían del lado de los oprimidos.
A principios de los años treinta, tras el crash del 29, la radiografía del país presentaba un aspecto desolador. En 1932, John Dos Passos, en su función de reportero de la conocida generación perdida, informaba que, por ejemplo, los parados de Detroit vivían en cuevas excavadas en enormes montones de arena abandonados. Su relato era el posterior reflejo de la realidad que Guthrie vería con sus propios ojos. Entre marzo de 1937 y septiembre de 1941, el músico se embarcó en siete viajes alrededor de Estados Unidos. En aquellas travesías, era un Huckberry Finn con guitarra, sin ataduras, en continua supervivencia. Robó fruta en las plantaciones, pescó en los ríos y cazó conejos en los campos. En la Gran Depresión, los hombres sin trabajo deambulaban por el campo en busca de alguna ocupación o se congregaban en las afueras de las grandes ciudades en colonias de chabolas de cartón, conocidas irónicamente en EE UU como hoovernilles, en honor a los despropósitos de las políticas económicas del presidente Hebert Hoover (1929-1933). John Steinbeck, otro narrador de la generación perdida, también documentó los hoovernilles en su magistral obra, Las uvas de la ira (1939). Estas chozas de los inmigrantes desheredados en su propia tierra fueron lugar de descanso y desamparo de Guthrie.
El músico, que también durmió bajo los puentes, aprendió qué clase de penitencia pasaba el obrero y el campesino en suelo americano. Woody descansaba entre los nómadas que se recogen en las fotografías de Dorothea Lange, a mitad, siempre, de la esperanza sujeta entre dientes y ningún sitio. Desde entonces, decidió convertirse en testigo de su tiempo. Como escribió en su autobiografía: “Con el negocio del petróleo en picado, el trigo llevado por el viento y la gente trabajadora dando tumbos asediada por hipotecas, deudas y facturas, enfermedades y preocupaciones de toda condición ruinosa, vi que tenía material para crear canciones”. A partir de ahí, nació un Charlot como el de Tiempos Modernos, pero con más mala leche y un instrumento de cuerdas entre las manos.
De la erosión de la tierra y las tormentas de arena llegó su paso a Nueva York y su encuentro con Pete Seeger con el que formó los Almanac Singers. El grupo, abierto a varios músicos, tenía su epicentro en Greenwich Village y tocaba canciones pacifistas. Sus integrantes, entre ellos Lee Hays de The Weavers, formaban parte del ala de la izquierda liberal, combativa y minoritaria estadounidense que en un principio se opuso a la entrada de Washington en la Segunda Guerra Mundial, más cuando Stalin pactó con Hitler en 1939. La participación en la guerra significaba ir contra la Rusia comunista. Sin embargo, los Almanac, influenciados por Guthrie, terminaron apoyando la lucha contra el nazismo para dar sentido a sus ideales de transformación global. Pero, después del ataque japonés de Pearl Habor en 1941, el FBI intensificó sus persecuciones comunistas y la sociedad receló del discurso de los cantantes. Los Almanac Singers dejaron de actuar.
Tras la guerra, Guthrie publicó artículos en panfletos y periódicos locales en los que llamaba a la resistencia contra el fascismo y los abusos del poder, mientras nunca paraba de tocar y componer cientos de canciones. Piezas de paso, improvisadas, según el público y el estado de ánimo, así como emblemas de su generación y las venideras, como ‘This Hard Land’. En un Diner de carretera, camino de Nueva York, escribió las primeras estrofas de este himno de la música popular estadounidense. Guthrie lo compuso en respuesta al tema ‘God Bless America’ de Irving Berlin. No podía soportar la complacencia de Berlin y su difusión generalizada por el país. Las emisoras de radio repetían una y otra vez ‘God Bless America’ cantada por Kate Smith, que a la postre se convertiría en la típica star singer con sus programas de televisión y sus actuaciones para el Ejército y los actos deportivos con regusto patriótico. La América de Guthrie no estaba bendecida por Dios, no daba gracias. El cantautor de Oklahoma señalaba otro rumbo, subido a un tren de mercancías o en la parte de atrás de una furgoneta de segunda mano. Hasta que la enfermedad se cruzó en su camino. En septiembre de 1954, ingresó en un hospital de Brooklyn. Iba cargado con un cuaderno de apuntes, su guitarra y el manuscrito de la segunda parte de su autobiografía, Seeds of Man. Enfermo de Huntington, poco a poco fue apagándose.
En octubre de 1967, Guthrie moría sin llegar a los 40 años. Mientras tanto, Irving Berlin llegaría a los 101, pasaría por Hollywood, se haría rico y recibiría todos los premios y condecoraciones nacionales posibles. De hecho, ‘God Bless America’ se considera el segundo himno nacional de EE UU. ‘This Hard Land’ no ha tenido la misma suerte, aunque guarda su pálpito cómplice, pasando como una antorcha entre generaciones de músicos y tocándose todavía entre trovadores anónimos de Washington Square.
“Canto para hacer que te sientas orgulloso de ti mismo y de tu trabajo”, declaró Guthrie en mitad de la tormenta de sus tiempos. En sus memorias, Bob Dylan, que abandonó su pueblo de Minnesota para conocer en persona al ídolo de su vida, cuenta que se sintió como si le transmitiese su energía. Cierto: su legado quedaba en buenas manos. En Los vagabundos de la cosecha, obra periodística de la Gran Depresión, Steinbeck escribía en uno de sus artículos: “Un hombre a quien llevan de un lado a otro como una bestia, rodeado de guardias armados, hambriento y obligado a vivir entre la suciedad, pierde su dignidad, esto es, pierde el lugar que legítimamente le corresponde en la sociedad”. A ese lugar, a esa dignidad, cantaba con todo el espíritu Woody Guthrie.
De Mesas e Invitaciones
Por José G. Martínez Fernández
En Arica se hacen encuentros diversos de Literatura. Debates, exposiciones, recitales. El Consejo de la Cultura y las Artes es la cabeza visible de ello. Se invitan a gente de diferentes lugares de Chile y del exterior. PAGA EL FISCO.
A dichos eventos se invitan, según me señalan, a quienes son citados por los Componentes de esas Mesas Literarias, llámense: Luis Araya Novoa, José Morales Salazar, Daniel Rojas Pachas, Eduardo Ignacio Opazo y otros.
Son ELLOS, me señalan, quienes determinan quienes vienen a esas citas.
He quedado PLOP...
Todos ellos conocen mi trayectoria, todos ellos saben de mi quehacer.
Y NI UNA SOLA VEZ SE ME HA INVITADO. Me refiero a una invitación hecha a mi lugar de residencia, Santiago; lo que si hacen con otros escritores.
Esto ya es reiterativo.
Ante esta insólita situación y la disposición que he tenido para ayudar a difundir sus obras, al menos hubiese esperado otra actitud...
Debido a ello he decidido hacer seguir mi camino en forma ajena a entes que se vinculen con quienes aparecen como responsables.
Tengo varios Blogs, escribo en varios diarios digitales, pero no tenía un sitio WEB...
En un tiempo lo haré. Un sitio WEB de Literatura y crítica diversa. Será la mejor manera de desnudar los extraños quehaceres de algunos que han hecho de Mesas y Consejos el nido de sus propios beneficios.
He decidido a su vez no enviar más crónicas a algunos medios, para poder mantener la línea crítica que a mi medio le impondré frente a los otros.
José Martínez Fernández.
Arica, domingo 30 de mayo de 2010.
En Arica se hacen encuentros diversos de Literatura. Debates, exposiciones, recitales. El Consejo de la Cultura y las Artes es la cabeza visible de ello. Se invitan a gente de diferentes lugares de Chile y del exterior. PAGA EL FISCO.
A dichos eventos se invitan, según me señalan, a quienes son citados por los Componentes de esas Mesas Literarias, llámense: Luis Araya Novoa, José Morales Salazar, Daniel Rojas Pachas, Eduardo Ignacio Opazo y otros.
Son ELLOS, me señalan, quienes determinan quienes vienen a esas citas.
He quedado PLOP...
Todos ellos conocen mi trayectoria, todos ellos saben de mi quehacer.
Y NI UNA SOLA VEZ SE ME HA INVITADO. Me refiero a una invitación hecha a mi lugar de residencia, Santiago; lo que si hacen con otros escritores.
Esto ya es reiterativo.
Ante esta insólita situación y la disposición que he tenido para ayudar a difundir sus obras, al menos hubiese esperado otra actitud...
Debido a ello he decidido hacer seguir mi camino en forma ajena a entes que se vinculen con quienes aparecen como responsables.
Tengo varios Blogs, escribo en varios diarios digitales, pero no tenía un sitio WEB...
En un tiempo lo haré. Un sitio WEB de Literatura y crítica diversa. Será la mejor manera de desnudar los extraños quehaceres de algunos que han hecho de Mesas y Consejos el nido de sus propios beneficios.
He decidido a su vez no enviar más crónicas a algunos medios, para poder mantener la línea crítica que a mi medio le impondré frente a los otros.
José Martínez Fernández.
Arica, domingo 30 de mayo de 2010.
EL PINTOR QUE ALCANZÓ LA CELEBRIDAD TRAS INTENTAR ASESINAR A UN PAPA
Por José G. Martínez Fernández
Es muy peculiar este hecho. Benjamín Mendoza y Amor es un célebre pintor boliviano.
Su fama empezó en Manila, cuando en 1970, intentó asesinar al Papa Paulo VI.
Benjamín Mendoza y Amor, pintor boliviano nacido en 193..., intentó en 1970, cuchillo en mano, asesinar al Papa Paulo VI.
Realmente hay muchas dudas que Mendoza intentara asesinar a la mayor autoridad mundial de la Iglesia Católica.
Se especula, y con mucha razón, que buscaba una manera de alcanzar una fama que aún no le llegaba en plenitud.
Excelente pintor surrealista, la prensa de su país no le había abierto totalmente sus puertas. Sus cuadros, de indudable calidad, no conmovían más que a uno y otro crítico y sus obras se vendían demasiado poco.
Hastiado de ello, señalan, preparó el simulacro de acercarse, cuchillo en mano, al Sumo Pontífice.
Tras ello todo el mundo supo que Mendoza era un pintor.
Condenado a algunos años de cárcel, Benjamín Mendoza, fue requerido por un galerista para que pintara otros cuadros y exponerlos.
Hecha la exposición TODOS los cuadros de Mendoza se vendieron y a precios diez veces mayor que cuando él, en libertad, intentaba hacerlo.
Siguió en esa tarea desde la prisión.
Salido de la cárcel fue invitado a exponer a diferentes países de diversos continentes.
Hoy suma exposiciones en más de ochenta países.
La crítica alaba sus pinturas surrealistas.
Hoy, ya viejo, Mendoza reside en un barrio alto de Lima...
Una de sus últimas exposiciones las realizó en dicha capital.
Asistió mucho público y críticos, artistas y académicos alabaron esa exposición...como ha sucedido en la mayor parte del mundo.
Pero cada vez que Mendoza expone se habla del pintor que intentó asesinar a un Papa.
Hoy Benjamín Mendoza y Amor está enfermo y quizás muy cerca de la muerte se comenta entre los corrillos de Lima.
Esa es la increíble historia de un talento enorme que necesitó recurrir a un acto tan burdo como intentar matar a Paulo VI para alcanzar ganar mayores espacios.
¿Morbosidad de la gente?
Pero nadie puede negar el talento del pintor: Un hombre que pasará a la historia más por su absurdo intento criminal que por su talento.
Sin ese intento Mendoza igual hubiera sido una figura importante en el mundo del arte...pero: ¿Lo sería tanto sin esa acción?
Preguntas y respuestas que quedan en el aire.
José G. Martínez Fernández
Es muy peculiar este hecho. Benjamín Mendoza y Amor es un célebre pintor boliviano.
Su fama empezó en Manila, cuando en 1970, intentó asesinar al Papa Paulo VI.
Benjamín Mendoza y Amor, pintor boliviano nacido en 193..., intentó en 1970, cuchillo en mano, asesinar al Papa Paulo VI.
Realmente hay muchas dudas que Mendoza intentara asesinar a la mayor autoridad mundial de la Iglesia Católica.
Se especula, y con mucha razón, que buscaba una manera de alcanzar una fama que aún no le llegaba en plenitud.
Excelente pintor surrealista, la prensa de su país no le había abierto totalmente sus puertas. Sus cuadros, de indudable calidad, no conmovían más que a uno y otro crítico y sus obras se vendían demasiado poco.
Hastiado de ello, señalan, preparó el simulacro de acercarse, cuchillo en mano, al Sumo Pontífice.
Tras ello todo el mundo supo que Mendoza era un pintor.
Condenado a algunos años de cárcel, Benjamín Mendoza, fue requerido por un galerista para que pintara otros cuadros y exponerlos.
Hecha la exposición TODOS los cuadros de Mendoza se vendieron y a precios diez veces mayor que cuando él, en libertad, intentaba hacerlo.
Siguió en esa tarea desde la prisión.
Salido de la cárcel fue invitado a exponer a diferentes países de diversos continentes.
Hoy suma exposiciones en más de ochenta países.
La crítica alaba sus pinturas surrealistas.
Hoy, ya viejo, Mendoza reside en un barrio alto de Lima...
Una de sus últimas exposiciones las realizó en dicha capital.
Asistió mucho público y críticos, artistas y académicos alabaron esa exposición...como ha sucedido en la mayor parte del mundo.
Pero cada vez que Mendoza expone se habla del pintor que intentó asesinar a un Papa.
Hoy Benjamín Mendoza y Amor está enfermo y quizás muy cerca de la muerte se comenta entre los corrillos de Lima.
Esa es la increíble historia de un talento enorme que necesitó recurrir a un acto tan burdo como intentar matar a Paulo VI para alcanzar ganar mayores espacios.
¿Morbosidad de la gente?
Pero nadie puede negar el talento del pintor: Un hombre que pasará a la historia más por su absurdo intento criminal que por su talento.
Sin ese intento Mendoza igual hubiera sido una figura importante en el mundo del arte...pero: ¿Lo sería tanto sin esa acción?
Preguntas y respuestas que quedan en el aire.
José G. Martínez Fernández
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