martes, 15 de febrero de 2011

CUANDO EL NORTE DE CHILE QUISO SER INDEPENDIENTE

por José G. Martínez Fernández.

Hace 80 años, en Antofagasta, el Norte grande de Chile aspiró a la separación del Estado chileno. Una década antes, cuando se discutía el plebiscito de si Arica pasaría a manos del Perú o de Chile, dicen que existió un pequeño movimiento separatista en Arica. Cuando pasó lo de Antofagasta también se encendían los ánimos en el norte argentino, en partes de Bolivia y de Brasil.
Fue casi una caldera Antofagasta en 1932. Allí se produjo un intento separatista que intentó desligar al Norte Grande de Chile del resto del país.
Clandestinamente se trabajó bastante para un entendimiento entre el norte chileno con las provincias, también nortinas, de Argentina y algunas de Bolivia y con una mínima parte brasileña. Se pensaba que unidas estas zonas podrían formar un nuevo Estado, el que tendría una gran capacidad productora. En esa tarea se desplegaron agentes separatistas en todas las regiones señaladas.
Aunque la mayoría de los nortinos no eran partidarios de lo que ellos consideraban una utopía, otros soñaban con el nuevo Estado y ello tenía en ascuas a los habitantes antofagastinos y nortinos que no sabían a qué atenerse. Al fin de cuentas el movimiento era fuerte ya que contaba con el apoyo de parte del ejército de esa zona. Por ende tenía un poder interesante. Comité Civilista de Antofagasta se llamó la Agrupación que solicitaba la expulsión de un alto número de la oficialidad militar de esa ciudad.
Las razones de las molestias en ella radicarían en la falta de preocupación por la ciudad de parte de los gobiernos que, entonces, se habían sucedido constantemente. El centralismo de que Antofagasta se sentía víctima era una cosa muy viva también en Concepción y en varios otros puntos de Chile.
A la inversa había ocurrido en Arica, cuando ésta, bajo la dirección de Chile, era disputada por este país y por Perú. Eso en los años 20, los cercanos al bullado plebiscito. La diferencia radicaba que los separatistas locales eran muy pocos. Casi contados con los dedos de una mano. Basado en ese hecho yo he escrito una novela, LA INDEPENDENCIA DE ARICA, inconclusa aún, que relata verdades y ficciones. Impresionantes hechos que tocan el corazón y la imaginación.
Buenos y malos personajes, nombres reales e inventados están allí.
Pero volvamos a lo de Antofagasta.
Allá se planteaba que, desde Santiago, se resolvían todas las cuestiones ajenas a ellos y que el norte de Chile sufría por ello. Lo mismo pasaría en zonas de Argentina, Bolivia y Brasil.
El Ejército participaba con fuerza. Era tan importante esto que a 22 oficiales –generales y coroneles- se les pidió su salida.
Fue tan fuerte este movimiento que el general Bartolomé Blanche renunció a la Vicepresidencia de la República y dejó el Gobierno en manos del presidente de la Corte Suprema: Abraham Oyanedel.
Blanche había sucedido en el Gobierno a Carlos Dávila y se había transformado en Presidente Provisional de Chile.
La sublevación militar de Antofagasta –sumada a la de Concepción- era un peso enorme sobre sí. Mucho faltó para que el Norte de Chile fuese una República Independiente.
José G. Martínez Fernández

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