domingo, 27 de febrero de 2011

Homenaje a José Iturriaga


”El alma del Mexicano esta hecha de arquitecturas.”
"Piedra en la piedra, el hombre, donde estuvo"?
Pablo Neruda, Canto General

Por Marcia Campos

Es de esperar que cuando muere un gran hombre se reúna una multitud de deudos, los consanguíneos, los discípulos, los agradecidos, los oficiales, en suma, todos los que fueron tocados por la vida del gran hombre que se ha ido. Frente a la suprema autoridad de la irreversible partida, cada cual trae un fragmento de memoria a las ceremonias de la despedida. Al poco andar, son tantas las obras y tantas las semblanzas, que tal pareciera que la partida no es de uno sino de muchos hombres, y una situación de estupor flota en el ambiente. Así sucede con la partida de Don José Iturriaga Sauco, sabio, diplomático, amigo y maestro. Pero hay algo aún más extraordinario en esta súbita ausencia. Tanto nos habíamos acostumbrado a su larga vida y a su mente prodigiosa, que no contábamos con su muerte y los sorprendidos nos quedamos cortos de palabras para explicar a las nuevas generaciones, las que ya llegaron y las que van a llegar, la esencial importancia de la vida de Don José Iturriaga, personaje primerisimo de la historia contemporánea de México y miembro central de la inteligencia del Siglo Veinte.

La suma de los cargos y los títulos no describen al hombre. El todo es mucho más grande que la suma de sus partes. Estar en presencia de José Iturriaga siempre fue un evento al que se llegaba con la expectativa de quien va a disfrutar un espectáculo mayor, una experiencia original e irrepetible. Fue un artista conceptual y un mago del lenguaje. Nos asombraba cada vez a nosotros , simples mortales, aprendices, mostrándonos universos escondidos a la razón. Sacaba de la manga datos olvidados en viejos archivos escondidos, piezas exactas, que daban justo en el clavo para explicar la historia contemporánea. Jugaba Don José y disfrutaba jugando los juegos de la razón y el entendimiento haciéndonos cruzar a un mundo más rico, más amplio, ilimitado en perspectivas. Cuánto gozo hubo en esas tertulias que hoy flotan en el ambiente del espacio José Iturriaga preservado por su dignísima y merecida hija Yuriria, en la que fue su biblioteca prodigiosa de Coyoacán, hoy Veracruzana . Es posible que tambien flote allí, en ese espacio, el espíritu de su amigo Pablo Neruda, santo patrono de la poesía universal, exiliado y, co-conspirador en la alegría y en la defensa del vasto país latinoamericano. Cuanta vida hay flotando en el aire de la casona de Coyoacán compartida con su esposa Eugenia de la Fuente, hija de Constituyente y madre de sus hijos, Renato, Yuriria, Jose Narciso y Gabriel. Si pudiéramos volver el tiempo atrás cuántos magníficos del México revolucionario encontraríamos entre esas paredes.

Hace dos años tuve el privilegio de visitarlo. Mi encuentro con el gran hombre se produjo en el contexto de mi participación en la Conferencia de Naciones Unidas por la Paz, Desarme y Desarrollo que se llevo a cabo en la Ciudad de México en Septiembre, del año 2009. Le pedí su apoyo para la campaña por la paz de los Hibakushas, los sobrevivientes del holocausto nuclear de Hiroshima y Nagasaki. Los Hibakushas, ya ancianos, le piden al mundo que recapacite y la tragedia nuclear sea abolida para siempre de la faz de la tierra. Hace mucho tiempo, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, Don José Iturriaga empezó a trabajar junto a los alcaldes de Venecia y Florencia para evitar que las ciudades vuelvan a ser blanco bélico. Hablamos de cuánto esa experiencia de la post guerra inspiró su contribución al rescate del Centro Histórico, un concepto suyo que hoy tiene validez a nivel mundial. La destrucción de la población civil es inmoral e inaceptable en cualquier conflicto armado, pero más allá de la destrucción fisica se encuentra la aniquilación de la identidad de un pueblo. Fue allí donde el maestro me dijo: “El alma del Mexicano esta hecha de arquitecturas”. Y fue allí cuando entendí el origen de la pasión de Don José Iturriga para preservar el Centro Histórico de la Ciudad de México En esa la batalla él buscó preservar el alma de los mexicanos y su identidad amenazada desde siempre por rapaces intereses foráneos.

Las naciones primeras son propietarias de títulos alodiales sobre la tierra. Se asientan sobre terrenos sin dueños previos. Su titularidad es la primera, fundacional. Así fue la vida de Don José Iturriaga.
Asesoró a presidentes sin ser cientista político, fue de remotos países respetado sin necesidad de credenciales diplomáticas, dio cátedra sin ser catedrático. Fue una institución en sí mismo, una enciclopedia viviente sin antecedentes, que no se volverá a repetir.
Se le despidió muchas veces y con rango de hombre ilustre; en Bellas Artes, en el Colegio de San Ildefonso y, finalmente, el Centro Histórico lo vio partir para siempre con el ciudadano común como testigo. Entró en la eternidad por la puerta de honor y a su manera. Bien por México. Ojalá que nunca se le olvide.

Marcia Campos
California, Febrero, 2011

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