por José G. Martínez Fernández.
El terremoto que afectó a Chile en febrero de 2010 abortó el V Congreso Internacional de la Lengua Española que se iba a hacer aquí en marzo del año pasado.
Bajo la batuta de la ex gobernante y la ex Ministro de Cultura de Chile, ya se habían dispuesto más de 600 millones de pesos para que los Académicos de la Lengua saborearan sus buenos caldillos y otras exquisiteses "made en Chile"; se tendieran en colchones Rosen, en sábanas de tela italiana, allí en los magníficos hoteles que iban a albergarlos.
Junto a las comilonas se iban a dar los mejores tragos de Chile (al que los "rotos" de este país no tienen derecho) a los deslenguados maestros de la Gramática y la Ortografía de toda Hispanoamérica acompañados de las autoridades chilenas y de reyes, príncipes, reinas y princesas; todos de muy buenos paladares.
Eran más de 200 los invitados a la gran farra en la cual me habría gustado ver aparecer a García Márquez con su bomba idiomática haciéndola explotar ante todos allá en Valparaíso.
¿Cuánto se iba a hacer por "mejorar" nuestro idioma? ¿Qué más se puede hacer por ella? ¿Acaso no es el pueblo hispanohablante el que crea los nuevos términos y hace mucho más que esa pandilla de señores que valen hongo en las Academias?
Bien recuerdo que cuando escribía en Las Últimas Noticias -que se redactaba en su mayor parte en el mismo edificio en que estaban El Mercurio y la Segunda, allá en calle Companía- existía un caballero encargado de impartir clases de corrección idiomática a ciertos periodistas, y que era un tipo brillante en sus conocimientos de nuestra vapuleada lengua. A ese personaje JAMÁS la Academia Chilena de la Lengua le permitió su ingreso porque dicho señor no tenía un título universitario.
Así no más las cosas.
Ese Congreso que se iba a hacer en Chile no era más que otra excusa como los expuestas en otros países de este continente de venas aún sangrantes, para que los "líderes políticos" y los Académicos se sirvieran los mejores platos, recorrieran las mejores playas y los más ampulosos sectores, ya que la autoridades chilenas jamás muestran a sus visitas las poblaciones La Victoria, la Pablo de Rokha, la Bandera y tantas otras esquilmadas por el yugo de una prensa servil al más puro neoliberalismo.
En el abortado encuentro se iba a rendir homenaje a cuatro poetas chilenos importantes.
Todos de alto nombre y valía: Neruda, Mistral, Gonzalo Rojas y Parra...pero se habían olvidado del creacionista mujeriego que fue Huidobro y de toda la innovación que su verbo poético supone para la lengua del injuriado viejo Cervantes.
Y también no habían considerado a Pablo de Rokha...
¿Por qué? ¿Acaso la poesía de Pablo de Rokha no representa la "bajeza lingüística" para los educados Académicos? ¿Cómo mostrar la poesía de quien atacó al Poder y a sus sirvientes con un lenguaje lleno de furia y demarcado totalmente de los signos de esos Académicos retrógrados que no saben que Pablo fue aplaudido por el gran León Felipe?
Y si los Académicos -concurrentes al Congreso de la Farra y la Farsa- hubieran sabido que en la población que lleva su nombre vive una "chusma inconsciente e inculta", ¿que hubiesen pensado?.
Sí, pero las autoridades locales se hacen las bobas al no querer saber que ello ocurre porque el maldito sistema capitalista que nos engendró, también engendró esos hechos. Todos los tipos de miseria que tocan a los más pobres.
Además: ¿qué hubieran dicho al saber que los restos de Pablo de Rokha, junto a su dulce Winétt, están amontonados en un solo nicho del Cementerio General?
Acallar el nombre de este gran poeta en dicho Congreso era obvio.
La ex-Ministra de Cultura y su Jefa, la ex-Presidenta, tienen que haber pensado: Pablo de Rokha es un gran poeta, pero llevar a los invitados a conocer su tumba los hubiera sorprendido a todos.
Por otro lado: ¿cómo mostrarle sus poemas a esos estudiosos revestidos de ternos y corbatas de primera y a las princesas cubiertas de pieles compradas a costa del impuesto de millones de trabajadores?
Menos aún siendo ellas damas atadas a un lenguaje paralítico y adornado de chucherías.
Claro. No lo iban a hacer. El lenguaje del gran aeda es un lenguaje descarnado, lleno de furia, de sangre y de dolor; de todas las angustias manifestadas por el bardo suicidado por una pandilla de mediocres que, junto a Alone, durante años le robaron el Premio Nacional de Literatura para dárselo a los Samuel Lillo, los Guzmán Cruchaga y otros enanos de la poesía nacional; enanos porque no alcanzan ni al pie a de Rokha, quien debió esperar su tiempo final para obtener lo que merecía desde veinte años antes.
Pero el Congreso, por ese dolor enorme de Chile (el terremoto) se suspendió.
De los 600 millones a gastar se cancelaron IGUAL más de 400 millones.
Sacaba la cuenta que esa suma alcanza para 40 casas de gente que, entonces, esperaba la casa básica propia.
Y el dinero se gastó porque habían contratos que había que cumplir...
Al fin y al cabo la plata es de todos los impuestos que -desde los cielos del Poder- impone a los ciudadanos de Chile el Estado amorfo que nos rige.
¿Para qué necesitamos Congresos de la Lengua?
¿Acaso durante siglos no nos hemos desarrollado solitos, sin que ningún viejillo, como nosotros, nos venga a decir que hacer con la lengua que nos empezaron a meter hace medio milenio?
Yo recuerdo a un Académico que trabajaba en Las Últimas Noticias y me decía que la canción popular carecía de valor por la pobreza de sus letras...
De Académico tenía que ser no comprender que hay gentes y gentes que viven una diversidad cultural que para ellos es importante y que para la mayoría de los Académicos de la Lengua conforman una estupidez: el señalado cantar popular, el fútbol, etc.
Cosas que pertenecen a la cultura y a la cultura en general. El cantar popular, el fútbol y otras múltiples manifestaciones populares son expresiones culturales de nuestro pueblo.
No nos vengan ellos a decir que esto es pobre, que esto es malo...si lo malo es que piensen en comilonas y paseos a playas cerradas para los pobres, pero abiertas a sus ojos de serviles de lo establecido ranciamente, como sus conciencias.
Y, aunque los hechos ocurrieron hace poco más de un año, siguen vigentes por Pablo de Rokha, por Vicente Huidobro, por todos los grandes poetas de Chile y por la evidente falta de tino de la Academia de la Lengua.
José G. Martínez Fernández
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