miércoles, 20 de febrero de 2013

BOLIVIA Y OTROS PAÍSES LATINOAMERICANOS EXPROPIAN, PERO PAGAN.

CHILE EXPROPIA Y NO PAGA

Por José G. Martínez Fernández.

El gobierno de Evo Morales expropió, en diciembre de 2012, cuatro grandes empresas españolas de diversos rubros.
Antes los argentinos, los venezolanos, los ecuatorianos, los peruanos, han expropiado empresas también tanto empresas nacionales como extranjeras.
Pero todas esas expropiaciones han sido pagadas.
En esas y otras naciones latinoamericanas han existido expropiaciones, además, de propiedades y el Estado de esos países ha pagado a los afectados.
Es decir: han habido expropiaciones responsables y que han sido justamente canceladas.
Ese ejemplo de Bolivia, Argentina, Venezuela, Ecuador, Perú y la mayoría de los países latinoamericanos han dado un ejemplo de actuación justa y preciada, ya que no se ha dañado a ninguna de las partes involucradas.
En Chile, sin embargo, no ocurre ello. Algunas expropiaciones se pagan, otras no.
El Estado suele expropiar, vía Ministerio de Bienes Nacionales, propiedades y no paga. Les pide a los expropiados que recurran a tribunales.
Y esos tribunales juegan con los expropiados. Años de juicios y años de gastos. Aburrimiento de los demandantes para que se les devuelva el costo de sus propiedades y de los gastos y daños causados.
Si el Estado chileno fuera como el de Bolivia, Argentina, Venezuela, Ecuador, Perú y otros no habría necesidad de juicios.
Al realizar una expropiación el Estado de Chile debiera informar a los afectados y señalar en la misma información cuándo, dónde y cuánto se va a pagar por la indemnización correspondiente... pero no.
El Estado chileno hace mutis por el foro.
Hablamos pestes de los bolivianos y de los peruanos, pero ellos son más lógicos y más humanitarios a la hora de hacer justicia en estos casos.
Chile se ha quedado atrás. Desde Pinochet hasta ahora…nuestro país es un país injusto.
El ejemplo de Bolivia, de Argentina, de Venezuela, de Ecuador, de Perú y otros, no se aplica aquí en Chile.
Simplemente vergonzoso.
 
José G. Martínez Fernández

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