Por José G. Martínez Fernández.
Perú –el país más rico en minerales de América Latina- es, a la vez, un espacio geográfico rico en hacedores de poesía.
Desde Tacna a Tumbes por la costa y entrando a la serranía y a la selva, Perú
-todo bello- ha tenido y tiene poetas cuyo canto pudiera explosionar sus quebradas, sus ríos, sus montes.
Hablar de los grandes poetas de Perú es tarea compleja. Tiene cientos. Por ello sólo citaremos a algunos: Chocano, Eguren, Oquendo de Amat, Rose, Hidalgo, Watanabe, Cisneros, Belli, Cornejo, Varela y el maestro, el icono, el mayor de todos ellos: César Vallejo Mendoza.
Aquel que nació en la serranía de Santiago de Chuco, cerca de Trujillo, allá en 1892 y que se fue de este mundo tan lejos de su patria, en Francia, el año 1938, muy joven aún.
Vallejo es el poeta símbolo de la patria de Atahualpa, de Túpac Amaru, de Micaela Bastidas.
Y Vallejo, como sucesor de la sangre ardiente de esos héroes, es, en su canto lírico, el signo del despertar social que los pueblos del mundo han realizado desde Espartaco y los hermanos Graco hasta los grandes revolucionarios del siglo veinte, pasando por los del diecinueve: luchadores franceses, alemanes, italianos, los mártires de Chicago y tantos otros.
En efecto el gran tema del centro poético de este innovador de la lírica es la lucha del hombre por una sociedad más justa con lo que interpreta -verbo a verbo- el caudal trágico del ser humano explotado, torturado y asesinado.
César Vallejo tiene mucha de esa sangre corriendo por los caudales de su poesía.
El poeta muy bien se expresa críticamente frente a un dios no sufriente, mientras ese sufrimiento, sin embargo, se encuentra en el hombre pobre. Ese dolor es el que César Vallejo siente en su carne propia, en su ser más íntimo, y así lo expresa.
La genialidad de Vallejo es múltiple.
Ya en sus poemas PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA, LOS HERALDOS NEGROS, y muchos otros, el sufrimiento mostrado por el poeta es el sufrimiento de la humanidad. Todo el mundo pesa sobre el alma de Vallejo, todo el mundo carga su pudrición, sus miserias, sus dolores y sus injusticias en el poeta peruano.
Sus poemas suelen tener una velocidad y audacia verbal que funcionan como una luz continua bajo un oscuro túnel. El desechar formas sintácticas y semánticas son propias de su capacidad creativa muy peculiar, quizá la mayor de este continente durante la pasada centuria.
Sus libros poéticos fundamentales son: LOS HERALDOS NEGROS (1918) TRILCE (1922) y los que se publicaron tras su muerte: POEMAS HUMANOS y ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ.
No hay duda que, cuando César Vallejo, escribió sus poemas miró el mapa de las injusticias y con los ojos iluminados tomó lápiz y papel y con rapidez, sin mayores dificultades, trazó las palabras que tenía allí en su ser y que le violentaban frente a un mundo plagado de injusticias.
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