miércoles, 29 de julio de 2009

UNA SOPA NEGRA Y VISCOSA



Por Antonio Gil
(Columna de opinión publicada en el diario chileno Las Ultimas Noticias el 23 de julio de 2009 y “pirateada” por Prensa-Abierta por considerarla una verdadera joyita)

(En la foto, la "Chucky")

Que nadie se extrañe si mañana, cuando su profesor pregunte a un niño qué ocurrió en Chile en 1810, éste le responda, muy suelto de cuerpo y lleno de seguridad en sí mismo, que esa fecha conmemora el triunfo del Coca Mendoza contra la ordinaria Chucky.
Sabemos que los auspiciadores estables del reality del Canal 13 pagaron varios cientos de millones de pesos por poner sus nombres y sus comerciales allí, pero nos asalta la sospecha de que el verdadero auspiciador fue el Ministerio de Educación de un país enemigo.
Sometida la población a un sistemático tratamiento de vulgaridad suministrado gota a gota, aun intensivo desbarajuste de ideas y valores respecto de nuestra nacionalidad, ya de por sí bastante frágil, esperamos que nadie se venga a mesar los cabellos y a rasgar sotanas en el futuro, señalando con horrorizado asombro la ignorancia y el error que han hecho presa de nuestra gente. Lo que entristece, especialmente, es que esta sopa negra y viscosa haya sido cocinada en el canal católico, propiedad de una iglesia que se yergue como la más férrea defensora de las tradiciones sagradas.
El reality 1810 supuestamente estaba ambientado en los albores de nuestra vida independiente, cuando Chile recién comenzaba a formarse y buscaba, también supuestamente, probar la capacidad de los competidores para adaptarse a las duras condiciones de vida de comienzos del siglo XIX. Sin electricidad, ni agua caliente, ni tele, ni radio, ni refri: así debían medirse los contrincantes de este circo pobre que les llenó de aserrín la cabeza a los espectadores chilenos, alcanzando un rating que lo explica y lo justifica todo. Qué principios, qué educación ni qué nada, si hoy adoramos a ese nuevo dios y postramos ante él lo más venerable de nuestro pasado, convirtiéndolo en un espectáculo lamentable y estúpido, rebosante de ordinariez y pelo sucio.
Si, señoras y señores: tenemos un nuevo dios, que es en realidad muy viejo: se llama becerro de oro, y en su honor se ha erigido un templo en Pirque y cada televisor es un altar, similar al usado por los romanos para honrar a sus antepasados. Este nuevo culto ha reportado pingües utilidades al 13 permitiéndole retomar la delantera en la trascendental carrera de los realitis shows y haciendo morder el polvo a sus competidores. No hay más argumentos, ni el Antiguo ni el Nuevo Testamento, contra este nuevo dogma moral. Qué pena por Chile. Qué tristeza recordar a David Sarnoff, telegrafista ruso-americano, empresario y padre de la televisión, cuando anunció su invento con estas palabras: “Es con un sentido de humildad que vengo en este momento a anunciar el nacimiento de un nuevo arte, tan importante en sus implicancias, que está destinado a conmover a toda la sociedad. Es un arte que brilla como una antorcha de esperanza en un mundo preocupado. Es una fuerza creativa que debemos aprender a utilizar en beneficio de toda la Humanidad. Este milagro de la Ingeniería algún día nos traerá el mundo a nuestro hogar”.
Antonio Gil

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