-El célebre escritor japonés, Kenzaburo Oé, Premio Nobel de Literatura 1994, reflexiona sobre la doble tragedia de su país.
Por Philippe Pons, (Clarín Mundo)
Kenzaburo Oé está considerado como una de las conciencias cívicas de Japón. Fiel a los valores sobre los que se construyó su país se obstina en el deber de la fidelidad a la memoria de los muertos y a la dignidad del hombre en medio de la doble tragedia.
-Para usted, ¿qué significado tiene el desastre que vive actualmente Japón en la historia moderna?
Desde hace varios días, los periódicos japoneses no hablan más que del desastre que vivimos y el azar quiso que uno de mis artículos fuera escrito la víspera del sismo, el 15 de marzo. En él, hablaba de la vida de un pescador de mi generación, que fue irradiado en los ensayos de la bomba de hidrógeno en el atolón de Bikini. Lo conocí cuando tenía 18 años. Después, él consagró su vida a denunciar la impostura del mito de la fuerza de disuasión nuclear y la arrogancia de quienes son sus turiferarios.
-¿Fue un sombrío presagio lo que me hizo evocar a ese pescador precisamente la víspera de la catástrofe?
En efecto, él luchó contra las centrales nucleares y denunció los peligros que éstas representan. Desde hace tiempo acaricio el proyecto de rastrear la historia contemporánea de Japón tomando como referencia tres grupos: los muertos en los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, los irradiados de Bikini y las víctimas de las explosiones en las instalaciones nucleares. Si nos inclinamos sobre la historia de Japón con la mirada de estos muertos, víctimas de la energía nuclear, queda en evidencia la tragedia que es su vida.
Ahora estamos constatando que el riesgo de las centrales nucleares se ha vuelto una realidad . Sea cual fuere el desenlace del desastre que estamos viviendo –y con todo el respeto que siento por los esfuerzos humanos desplegados para contenerlo–, su significado no se presta a ninguna ambigüedad: la historia de Japón ha entrado en una nueva fase, y una vez más estamos bajo la mirada de las víctimas de la energía nuclear, de esos hombres y mujeres que han dado pruebas de gran valor en su sufrimiento. La enseñanza que podamos extraer del desastre actual dependerá de la firme resolución de no repetir los errores.
Este desastre conjuga de manera dramática dos fenómenos: la vulnerabilidad física de Japón a los sismos y el riesgo que presenta la energía nuclear. El primero es una realidad desde la noche de los tiempos. El segundo, que podría ser aun más catastrófico que el tsunami, es obra del hombre.
-¿Qué ha conservado Japón de Hiroshima?
La gran lección que debemos de extraer del drama de Hiroshima es la dignidad del hombre, de todos aquellos que murieron bajo la explosión, pero también quienes sobrevivieron, afectados en el cuerpo, y que durante años tuvieron que soportar un sufrimiento extremo que yo espero haber transmitido en algunos de mis escritos. Los japoneses, que han tenido la experiencia del fuego atómico, no deben de pensar en la energía nuclear en términos de productividad. Es decir, no deben tratar de extraer de la trágica experiencia de Hiroshima una “receta” de crecimiento. Como en el caso de los sismos, los tsunamis y otras calamidades naturales, hay que grabar la experiencia de Hiroshima en la experiencia de la humanidad : es una catástrofe aun más dramática que los desastres naturales pues se debe a la mano del hombre. Insistir con las centrales nucleares, dando muestras de la misma inconsecuencia con respecto de la vida humana, es la peor de las traiciones a la memoria de las víctimas de Hiroshima y Nagasaki. El pescador de Bikini no ha dejado de exigir la abolición de las centrales nucleares. Una de las grandes figuras del pensamiento japonés contemporáneo, Shuichi Kato (1919-2008), al hablar de las bombas atómicas y las centrales nucleares, de las que el hombre pierde el control, recordaba la expresión célebre de una obra clásica, “El libro de la almohada”, escrita hace mil años por una mujer, Sei Shonagon. Kato habla de algo que parece a la vez muy lejano pero que, de hecho, es muy cercano. Un desastre nuclear parecía una hipótesis muy alejada, improbable, pero hela aquí con nosotros.
-Si tuviera que responder a la pregunta planteada en el título de uno de sus libros, “Díganos cómo sobrevivir a nuestra locura”, ¿qué diría usted ahora?
Escribí ese libro cuando alcancé la edad que llaman madura. Ahora estoy en lo que llaman la tercera edad y escribí una “última novela”. Si logro sobrevivir a la locura actual, el libro empezaría con una cita del final del “Infierno” de Dante, que dice más o menos: “Y después saldremos para volver a ver las estrellas”.
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