(A propósito de la actuación del grupo musical "Los Jaivas" en la Cena de Gala ofrecida por el Presidente de Chile, Sebastián Piñera, al Primer Mandatario de EE.UU. Barack Obama y comitiva)
Por Cristián Rodrigo Hidalgo Morales (Radio San Joaquín de Chile).
Particular revuelo y desconcierto causó en la opinión pública (especialmente en el amplio y difuso espectro que se define "progresista" o "de izquierda"), la actuación del grupo folk - rock Los Jaivas, en la cena homenaje que Sebastián Piñera rindió al Pr...esidente estadounidense, Barak "obush" Obama. Muchas personas calificaron la actitud del grupo como "inconsecuente" e, incluso, algunos llegaron a llamarlos "vendidos" por esta desventurada presentación. En lo personal, creo que este ejercicio descalificatorio, además de bizantino, es ocioso. Basta analizar el derrotero de la banda en cuestión, para constatar que no procede criticar a Los Jaivas de "inconsecuentes" o de haberse "vendido"; puesto que jamás fueron consecuentes o - visto desde otra óptica - siempre fueron algo vendidos. No olvidemos que ellos mismos siempre se definieron como "apolíticos" en una época de agudas contradicciones, en que era casi imposible no tomar partido. Mientras los demás grupos de música popular (excepto los confesos pinochetistas) y de canto nuevo sufrían la persecución, la censura y el exilio, Los Jaivas sonaban sin problemas en la mayoría de las radios chilenas; actuaban libremente en cualquier escenario (incluso se presentaron en el Festival de Viña del Mar - símbolo de la cultura chatarra del régimen militar - en 1983) y entraban y salían del país sin problemas; su "auto - exilio" no pasó de ser un burdo ejercicio mediático, con no disimulada intención de captar al fiel público "lana" que pululaba entonces en los pocos espacios de expresión existentes, como el mítico "Café del Cerro". Ello, a pesar de que - desde sus orígenes - Los Jaivas siempre estuvieron más cerca - estéticamente hablando - del rock que de la música folklórica; y se identificaban más claramente con el movimiento "hippie" de los '60 (en su versión sicodélico/pacifista) que con cualquier corriente contestataria. Su mayor aproximación a la "cultura de izquierda" fue, sin duda, el haber tomado algunos poemas del Canto General de Neruda, para musicalizarlos en el LP "Alturas de Macchu Picchu" (iniciativa promovida, recordemos, por el entonces gobiernista Canal 13 y un canal oficialista peruano, simpatizante de Belaúnde). Y sería todo... Entonces, ¿podría criticarse la supuesta "inconsecuencia" de Los Jaivas? Pienso que no. Por el contrario, en lo personal agradezco su explícita - no obstante tardía y forzada - muestra de "honestidad". Siguiendo con esta línea de razonamiento, si efectivamente no se puede "juzgar" desde una determinada trinchera ideológica a un grupo que jamás ha sido parte de la misma (sólo se es "traidor" de las causas que se defienden como propias, no de las que nos son ajenas), ¿puede - en todo caso - cuestionarse la presentación en comento? Para algunas personas, no, dado que creen en el "arte por el arte", y ven al creador y su obra disociados de todo contexto social. En que el arte es el arte; pero el mismo no se puede disociar del proceso general de la lucha de clases, donde o estás de un lado, o estás del otro. La neutralidad siempre terminará favoreciendo a quien detenta el poder, a escala local o global. Por ende, una cosa es ser "más o menos de izquierda", "más o menos reformista o revolucionario", "más o menos combativo" (vieja discusión de una generación derrotada); y otra muy distinta es agasajar o ser parte de las lisonjas al representante de un régimen político odiado por buena parte de los pueblos del mundo por su política intervencionista, expansionista, guerrerista y - por qué no decirlo - genocida. No es lo mismo (aunque para muchos ésto ya resulte muy cuestionable) cantar en un acto de Piñera, Lagos o Frei, de Chávez, Lula o la Señora K (independientemente de las empatías o antipatías que unos o otros nos generen) que en una actividad destinada a honrar a un Pinochet, un Franco, un Hitler o - para ser más contemporáneos - un Saddam Hussein, un Pol Pot o un Milosevic. Me parece que el acto de ayer se acercó más a lo último. De esta suerte, cualquier músico o creador que sea parte - por acción u omisión - de las loas a cualquier tirano, se hace parte de los símbolos de la tiranía; máxime si se llega al extremo esquizofrénico de incluir en el repertorio la canción "Todos Juntos", que hace clara alusión a la unidad de los pueblos latinoamericanos (algo difícil de conciliar con la presencia del líder de un Estado que considera a Latinoamérica como su "esfera de influencia", léase feudo o "patio trasero" y que en el pasado reciente no vaciló en alentar aquí golpes de Estado y sostener tiranías fascistas, en tanto le resultaba geopolíticamente "conveniente y necesario") y, para culminar con esta comedia de contradicciones burdas, en las pantallas que proyectaban imágenes durante la interpretación del aludido tema aparecía, a cada rato, la bandera de... ¡Cuba!, enemigo declarado del Imperio. Simplemente surrealista... Mientras tanto, un grupo de bandas alternativas y de rock se dieron cita a poca distancia, expresando con su arte el repudio a la presencia de este ignominioso representante del imperialismo moderno. ¡Notable contraste!!! Mención aparte merece el show mismo. Difícilmente Obama y su séquito siquiera entendieron de qué se trataba ésto. De seguro lo asociaban a las "cenas con espectáculos de variedades" propias de NY o Las Vegas. Mientras los comensales bebían, comían y contaban chistes, resonaba el sonido de una banda que claramente está en decadencia (musical, discursiva y creativamente hablando) y que hoy no es más que el pálido - casi cadavérico - reflejo de aquella potente y vanguardista agrupación de fines de los '60, y que - precisamente - con Alturas de Macchu Picchu llegó al pináculo de su carrera. Si la trágica partida de Gabriel Parra supuso una pérdida irreparable para sus fans más ortodoxos (comparable con la muerte de Bon Scott en AC/DC, de Luca Prodan en Sumo o de Cliff Burton en Metallica); lo cierto es que tras el deceso de "Gato" Alquinta la banda entró en un proceso de franco declive, lo que se graficó notoriamente en la cuestionada presentación de ayer, con notorias y groseras desafinaciones de las advenedizas voces, la introducción tan inédita como forzada de violines (quizá tratando de darle un toque "sinfónico" a canciones que nunca pretendieron serlo), con más de una amplificación de muy mala calidad y un público displicente, que los ignoró casi por completo. En síntesis, un espectáculo patético. Es indudable que lo que queda hoy de "Los Jaivas" no es más que una etiqueta, una marca registrada que aún genera réditos; de allí la insistencia obsesiva de sus miembros por prolongar la existencia de este verdadero "muerto cerebral". Y en ese contexto, mientras les paguen bien, son capaces de tocar en cualquier parte y para cualquier "cliente" (en materias " sexuales", la misma actitud recibe otro nombre, por cierto no muy "artístico"). Para quienes en su momento admiramos la potencia, virtuosismo, creatividad, vanguardismo y flexibilidad de los originales "Jaivas", queda el consuelo de haber escuchado - probablemente - a una de las mejores bandas rock que ha conocido nuestra historia musical. Al mayordomo del Imperio, a su séquito, al insufrible Negro Piñera y a su hermano "presidente", a los politiqueros faranduleros y a los oportunistas de ayer y de hoy, a Todos Juntos, les regalamos las sobras... Ver más
Cristián Rodrigo Hidalgo Morales
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