Por José G. Martínez Fernández.
Se terminó 2011.
América vivió y sufrió el dolor, mucho dolor y pocas alegrías. Muy pocas.
Admiro profundamente a un escritor que –por medio de la fabulación novelesca- ha desnudado la miseria que se vive en muchos de nuestros países.
Ese artista es Fernando Vallejo y estuvo en la última Feria del Libro de Guadalajara.
Vallejo, un hito literario enorme, ganó el premio FIL (Feria Internacional del Libro); y, como señalando con el dedo la injusticia de muchos hombres de la patria en que reside, donó todo el dinero del galardón a una fundación destinada a proteger a los animales.
Vallejo es noble y con ese acto quiso decir, una vez más, lo que ha dicho en sus obras: que esa sociedad es corrupta, hipócrita, dañina y que de ello no se salva ni la feria librera llena de escritores vendidos a gobiernos corruptos.
Es singular el hecho que Fernando Vallejo haya nacido en Colombia y resida en México.
De allí, quizás, que su mirada a la corrupción sea más cercana.
2012 será el año en que la Feria invitará a Chile y con ello a muchos serviles del piñerismo y a otros de militancias políticas extravagantes.
Aprovecharán la Feria para hacer turismo.
Vallejo ha indicado, en sus libros, varios actos de corrupción que tocan el alma de nuestra América.
En especial ha enfocado su crítica a México y a Colombia.
México es el reino de la droga, del crimen organizado, donde se mata por igual a niños, jóvenes, adultos y ancianos; sean mujeres, sean hombres.
Los políticos, desde el fondo de sus guaridas, no hacen nada por evitar que esto siga ocurriendo.
Sostener una Feria del Libro en Guadalajara es mantener una vitrina en el más grande basural de América.
Quizás con ese evento, al parecer noble, se trate de tapar parte de las miserias de ese país.
Y Vallejo lo quiso señalar así en su acto de no querer recibir un solo dólar para él, sino entregarlo para la protección de los animales, como señalamos.
Una ironía vallejiana profunda. Y magnífica.
También en los ochenta o noventa le correspondió a Francisco Umbral hablar de la corruptela de ese país. Lo hizo en la revista PENTHOUSE, en español, donde era columnista habitual.
Leamos a Umbral:
“Méjico –yo lo escribo así- es la democracia/chanchullo, la revolución/chanchullo, el exotismo/chanchullo. Méjico es uno de los países que venden más exotismo al mundo, y que menos creen en el exotismo. Hay que leer alguna de las novelas policíacas de Patricia Highsmith, ambientada en Méjico, para documentarse a fondo sobre la corrupción de aquel país y su sistema de clases, que ha abolido toda una revolución sin renegar nunca de ella.
Cuando el último, terrible y famoso terremoto de Méjico, algunos equipos extranjeros de ayuda no pudieron entrar en el país, que estaba siendo devastado, en sus ruinas, por las ratas humanas supervivientes. Méjico, hoy, es lo que se llama un chanchullo político/azteca,financiero/tolteca, e histórico/maya. Y se refiere uno, claro, exclusivamente, a sus clases poderosas y directoriales”.
Lo dijo Francisco Umbral, uno de los mayores novelistas españoles del siglo veinte. Un hombre de ideas avanzadas que ha puesto la pluma a favor de los olvidados y explotados.
Él vino a corroborar lo que Octavio Paz había dicho en los sesenta; tras la masacre de decenas de estudiantes en una plaza mexicana.
Ese dolor y rabia llevó al intelectual a escribir un poema-denuncia contra el régimen de turno y el cirquillo político de su país, al tiempo que renunció al puesto de Embajador que tenía.
La dignidad de un enorme poeta, ensayista y escritor. Gesto mayúsculo.
Si hay dignidad en América ésa la encontramos en otras naciones.
Pero México.
México es una gran marejada de estiércol.
Allí son los traficantes de drogas quienes reinan en las calles y, en los últimos años, son los que han causado millares de muertos.
Y las autoridades siguen sin hacer algo. Al contrario: pareciera que se vincularan con la mafia. No sería nada de extraño.
Colombia le sigue los pasos.
Drogas y niños delincuentes y niños asesinados. Y mujeres y ancianos asesinados. Verdaderos regueros de sangre.
Y el gobierno tampoco se mueve para salvar vidas.
En medio de carnavales bufonescos –de libros, de comparsas, de turismo- esos países quieren mostrar otra cara.
¡Inútil!.
Ya lo dice el refrán: “La mona, aunque se vista de seda, mona se queda”.
A Calderón y a Santos debieran hacerles un monumento rojo, intensamente rojo, para que ese color hablara por todos los crímenes cometidos en sus países.
Y ojalá, a sus pies, hubiese una fuente en la que cayera constantemente tinta roja.
Los representaría muy bien.
¡Cuán doloroso lo de México, la patria que tuvo a grandes revolucionarios, a hombres muy consecuentes! Baste recordar a Emiliano Zapata, a Pancho Villa y a los hermanos Flores Magón para recordar a un México lindo y querido.
Pero México desde hace ya medio siglo, o más, es una porquería…Es una maldición para sus propios ciudadanos, víctimas constantes de prisión, tortura y asesinato.
De parte del Estado, de parte de las mafias de la droga y de ambas a la vez.
Los artistas y otros grandes personajes del México actual dan un poco de luz a esa patria dolorosa.
Son pocos, muy pocos: los grandes mexicanos de noble corazón. Y muchos, millones, son los mexicanos que callan frente al terror…pero que sienten en sus pechos la angustia de la muerte de sus compatriotas.
¡Pobre México! ¡Cuánta falta te hacen gobernantes como Lázaro Cárdenas, Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles!
José G Martínez Fernández
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