jueves, 15 de diciembre de 2011

LA REBELIÓN DE LOS PEONES

de Andrés Antonio Alburquerque Fuschini, el jueves, 15 de diciembre de 2011 a la(s) 11:53
Este equipo de la “U” encandila con sólo una estrella en la cancha; los demás son gregarios que corren y corren al servicio de una causa, controlados por la batuta de un técnico que no aspira sino al sueño de todo entrenador: hacer jugar a todos en su máximo nivel y potencial.

Lo de Johnny Herrera hace algunas semanas fue una más de sus patochadas: que a todos estos jugadores de Universidad de Chile ya se los querrían Colo Colo o la UC, dijo el arquero, de excelente campaña este año. Permítame discrepar absolutamente: salvo Eduardo Vargas, los demás no pasan de ser buenos jugadores e, incluso, algunos son simples obreros al servicio de una gran obra de ingeniería.

¿Qué tiene la “U” para ser el mejor del continente sin un gran despliegue técnico? Ingredientes de sobra en lo físico, anímico y táctico.
Cada uno de los muchachos corre -como diría Sergio Livingstone- una barbaridad. Lo de Matías Rodríguez es simplemente impresionante. Dueño de toda la franja derecha, se le ve sin distinción entre los zagueros y los atacantes, y aunque en esta última faceta su aporte es menor, su trabajo de cabeza gacha y pulmones abiertos termina siendo hasta emocionante.
La labor de Marcelo Díaz, un rescatado desde las tinieblas, es también digna de destacar. Con una confianza jamás alcanzada pues siempre fue suplente, el volante se cree tanto el cuento que ahora es capaz de acaparar los disparos de distancia, los tiros libres al área y hasta puede meter pases en cortada que antes no estaban ni en sus sueños. También es de los que corre sin pausas, como -la verdad- todos los que entran a la cancha.
Porque es ahí donde los azules destruyen a sus adversarios. La recuperación de la pelota es lo que se busca a ultranza, porque Jorge Sampaoli sabe que esa es la llave de la felicidad. La idea es tan antigua como sabia y difícil de conseguir: si el rival no tiene la pelota es imposible que nos haga daño. Por eso trabajan todos en quitar el balón lo más pronto posible y, ojalá, lejos del área propia. Así nacieron muchos goles de esta “U” que encandila por su sencillez y disciplina.
En este aspecto lo que ha hecho Charles Aránguiz (apellido ilustre para los azules de corazón) es para destacar. De paso sin gloria por Colo Colo, en esta “U” parece haber encontrado el equilibrio perfecto, pues representa el Ying y el Yang del equipo. Si él anda bien, la “U” despedaza sin compasión; en caso contrario, le cuesta más. Y si de igual forma el equipo consigue la victoria es porque en este cuadro casi nadie es imprescindible.
Cercanos al ideal alcanzado por España en el Mundial (con tres o cuatro figuras fue lejos el mejor equipo por su despliegue físico y táctico) y parientes pobres del Barcelona y sus millones y figuras rutilantes, los azules no le temen a nada ni a nadie. Capaces de golear a Flamengo a domicilio y pasearse ante LDU en la finalísima (perfectamente pudo jugar sin arquero), el conjunto modelado por Sampaoli sabe que su fortaleza está en la verticalidad de sus ataques, en el traslado rápido, en la pierna fuerte, en el corazón intacto. Y en el orden estratégico y táctico.
Porque esta “U” copa los sectores del campo; apura cuando tiene que apurar y se da el lujo de jugar sin armadores, sin “10”. Cuando juega, Lorenzetti se transforma en “nueve y medio”, detrás de los delanteros, a la caza de una pared equilibrada para que definan los que tienen que definir.
Y los que tienen que definir son esencialmente tres: Canales y sus lagunas; Castro y su casi insensato e inmaduro egoísmo, y Eduardo Vargas, que es el crack y que cuenta con los favores de todos para brillar. Rivarola, Gabriel Vargas y Gallego representan sólo la emergencia, porque para la “U” basta con la imaginación, rapidez y desparpajo de “Edu” y su toque de distinción.
En cuanto a lo anímico, nada nuevo. La “U” ha sido, es y será el equipo místico por excelencia del fútbol chileno. El que agota todas sus fuerzas, el que derriba paredes de tanto soplar y soplar, lo que unido a lo ya expuesto, da como resultado un equipo maduro y equilibrado, en donde todos juegan en su nivel máximo (que lo diga José Rojas, eterno soldado raso ahora pretendido por clubes extranjeros, según se comenta) y que pasó por arriba de todos en esta Sudamericana, con una campaña portentosa digna de la más envidiable obra de ingeniería.
Una obra inmensa y admirable, que cuenta con un capataz de lujo (Sampaoli y su bien estudiada humildad), un especialista en los trabajos de terminación perfecta (Vargas) y 10 peones que se sacrifican de sol a sol, que no se achican ante ningún desafío y que se rebelaron contra 84 años de zozobras y frustraciones para poder degustar los manjares más dulces de la gloria.
Andrés Antonio Alburquerque Fuschini

No hay comentarios: